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Jesús Cumplió El Programa De Dios A Tiempo

Por David Vaughn Elliott


¿Usted se puede imaginar la predicción de la llegada de un líder mundial varios siglos antes de su llegada? Imagínese predecir, no solamente su llegada, ¡sino también el año exacto de su llegada!

490 Años

La famosa profecía de Daniel de las setenta semanas (9:24-27) predijo la reconstrucción de Jerusalén y la llegada del Mesías, seguido por una segunda destrucción de Jerusalén. Si esto fuera la profecía total, sería suficiente para edificar nuestra fe. Pero, la profecía es aún más precisa. Cuando uno considera los elementos cronológicos de la profecía, ¡el alma rebosa de admiración!

Al comenzar, hay que descartar la idea de que las setenta semanas puedan ser literales (menos de un año y medio). Si uno insiste en una interpretación literal, la profecía sencillamente fracasa. Por eso es que todos los creyentes de la biblia aceptan alguna clase de interpretación figurativa.

Para descubrir cómo interpretar profecías de tiempo, los estudiantes serios de la Biblia primeramente buscan claves en las mismas Escrituras. En este caso, la clave viene de Ezequiel. Dios le dijo a Ezequiel que se acostara en su lado izquierdo por 390 días y en su lado derecho por 40 días. ¿Por qué? “Yo te he fijado los años de su maldad por el número de los días… computándote cada día por un año” (Ezequiel 4:5-6).

Por tanto, “cada día por un año” es un sólido precedente bíblico para dar una interpretación figurativa en las profecías de tiempo. Esto no significa que esta “clave” se debe aplicar a cada profecía, sino que es una clave dada divinamente que se debe tomar en consideración cada vez que el significado literal de la profecía no tenga sentido.

Una semana tiene siete días. Siete días por setenta son 490 días. Según la clave, un día es un año. Por tanto, 490 días proféticos llegan a ser 490 años de calendario. Esta interpretación ofrece posibilidades reales.

Note lo que se dice de los diferentes períodos de tiempo en esta profecía. Los seis asuntos espirituales dados en Daniel 9:24 tenían que suceder dentro de las 70 semanas (490 años). Según el versículo 25, el Mesías tenía que venir en exactamente “siete semanas y sesenta y dos semanas”. Al calcular según la regla de Ezequiel, 69 semanas llegan a ser 483 años (7+62=69; 69x7=483). Durante la última semana (7 años), un pacto sería confirmado. A la mitad de la “semana” los sacrificios cesarían. Todas estas cosas son profetizadas para que sucedan dentro de los 490 años.

Se mencionan dos asuntos adicionales en la profecía que podrían o no ocurrir durante los 490 años. El versículo 26 predice tanto la muerte del Mesías como la destrucción de Jerusalén. El texto introduce ambos eventos con estas palabras: “Y después de las sesenta y dos semanas”. No especifica si “después” se refiere a la última semana o algún tiempo más tarde.

Para resumir: según las palabras de la profecía se requiere que muchos de los detalles sean cumplidos dentro de los 490 años. Sin embargo, las palabras usadas no requieren que todo suceda durante ese tiempo.

El Comienzo del Programa

Para contar un período de tiempo, tenemos que saber cuándo comenzar a contar. Gabriel le dijo a Daniel en 9:25:

Desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas.

Como ya se ha visto, 7 más 62 son 69 semanas que son 483 días. Usando la clave día por año, 483 días llegan a ser 483 años. O sea, 483 años “hasta” el Mesías. ¿Comenzando cuándo? “Desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén”.

Cuando Gabriel hablaba a Daniel, Jerusalén estaba totalmente en ruinas. Era el tiempo para los judíos regresar a su Tierra Prometida. Una orden sería dada “para restaurar y edificar a Jerusalén”. Puesto que la Biblia registra varias órdenes así, necesitamos buscar la orden específica a la cual la profecía hace referencia.

La Primera Orden: 536 a.C.:
En el primer año de Ciro rey de Persia… Ciro… hizo pregonar… diciendo, Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá… Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo… suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová, Dios de Israel (Esdras 1:1-3).

Esta orden tenía que ver con el templo, que era la parte más importante de Jerusalén. Esdras procede a hablar de este primer regreso y la construcción de los cimientos del templo. Sin embargo, cuando se desarrolló una oposición local, el próximo rey de Persia mandó parar la construcción. La obra paró.

La Segunda Orden: 520 a.C.:
Entonces el rey Darío dio la orden… Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar. Y por mí es dada orden… para reedificar esa casa de Dios; que de la hacienda del rey… sean dados puntualmente a esos varones los gastos, para que ofrezcan sacrificios agradables al Dios del cielo (Esdras 6:1, 7-8, 10).

Como en la primera orden, esta segunda orden tiene que ver con el templo. Darío, otro rey de Persia, dio el decreto para detener las fuerzas que se oponían. En esta ocasión la obra siguió. Completaron y dedicaron el templo, ayudados por los profetas Hageo y Zacarías en el año 516 a.C.

La Tercera Orden: 457 a.C.:
Esta es la copia de la carta que dio el rey Artajerjes al sacerdote Esdras… Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote… Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino, del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, vaya… Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de tu Dios, pon jueces y gobernadores que gobiernen a todo el pueblo (Esdras 7:11-13, 25).

Esdras más tarde reflexiona sobre las bendiciones de Israel:
Nuestro Dios… inclinó sobre nosotros su misericordia delante de los reyes de Persia, para que se nos diese vida para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y darnos protección (una muralla) en Judá y en Jerusalén (Esdras 9:9).

Estos dos textos cubren muchas actividades para “restaurar y edificar” a Jerusalén. Hablan de establecer la ley y el orden local, y también de reedificar las ruinas del templo y de la muralla.

La Cuarta Orden, 444 a.C.:
En el año veinte del rey Artajerjes… [Nehemías] dije al rey… la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego… envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré… Y agradó al rey enviarme (Nehemías 2:1, 3, 5-6).

Esta última orden de un rey de Persia tenía que ver con la construcción de los muros de Jerusalén. Casi 100 años habían pasado después de la primera orden, y los muros todavía estaban en ruinas. Ahora, finalmente, Nehemías animó a la gente a reconstruir los muros.

¿Cuál Orden es el Punto de Partida?

¿Cuál de estas cuatro órdenes para “restaurar y edificar” a Jerusalén es la orden a que se refiere la profecía de Daniel? ¡No es una pregunta fácil! Hay los que favorecen una u otra de estas órdenes en particular basado en su concepto de la naturaleza de cada orden. Sin embargo, se debe notar que el templo, el gobierno, y los muros —todos están envueltos en la reconstrucción y la restauración completa de Jerusalén. Por tanto, las palabras de la profecía se pueden satisfacer siempre y cuando una de las órdenes llegue a ser el punto de partida.

La profecía de Daniel de las setenta semanas claramente predice tres eventos históricos importantes:

  1. La ciudad y el templo serían restaurados y edificados.

  2. El Mesías vendría.

  3. La ciudad y el templo serían destruidos otra vez.

La profecía revela también que habría 483 días/años desde “la orden… hasta el Mesías”.

Vamos a tomar el año de cada una de estas órdenes y sumarle 483 años para ver si hay algún cumplimiento. Recuerde que al contar un período de años que comienza antes de Cristo y termina después de Cristo, tenemos que sumar los dos números. Es parecido a comparar las temperaturas bajo cero y las temperaturas sobre cero. Si la temperatura estaba en cuarenta grados bajo cero y subió a veinticinco grados bajo cero, hay que restar para llegar a la nueva temperatura de quince grados bajo cero. Si la temperatura estaba en diez grados bajo cero y ahora subió a diez grados sobre cero, se suman los dos números. La temperatura ha subido veinte grados.

  1. Al comenzar con el año 536 a.C. y al sumarle 483 años, llegamos al año 53 a.C. No hay Mesías en este año. No había llegado todavía.

  2. Al comenzar con el año 520 a.C. y al sumarle 483 años, llegamos al año 37 a.C. Todavía no hay Mesías.

  3. Al comenzar con el año 457 a.C. y al sumarle 483 años, llegamos al año 26 d.C. ¡Damos en el blanco para Jesús!

  4. Al comenzar con el año 444 a.C. y al sumarle 483 años, llegamos al año 39 d.C. No hay Mesías en ese año tampoco. Había venido y se había ido ya para esa fecha.

Las primeras dos fechas son demasiado tempranas; la cuarta es algunos años tarde. Nadie sugiere un Mesías para estas tres fechas. Así que, la única fecha de las cuatro que queda para examinar es la tercera.

“Hasta el Mesías”

“Hasta el Mesías”. Cuando Jesús fue bautizado, “descendió sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, y salió del cielo una voz que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti he puesto mi complacencia” (Lucas 3:22).

Varios años después Pedro explicó el mismo evento en esta manera: “lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien” (Hechos 10:37-38). Pedro mencionó estos tres eventos en el siguiente orden:

  1. El bautismo de Juan.

  2. Jesús fue ungido por el Espíritu Santo.

  3. El ministerio de Jesús.

Esto deja una sola explicación para la unción que Pedro menciona. Después de que Juan le bautizó, Jesús fue ungido con el Espíritu Santo, quien descendió sobre Él en forma de paloma.

¡Ungido! “Mesías” es la palabra hebrea para “ungido” y “Cristo” es la palabra en el idioma griego. El método normal de ungir era con aceite; pero, Pedro, inspirado, dijo que Jesús fue ungido con el Espíritu Santo. Esto significa, en un sentido real, que Jesús llegó a ser el Mesías/Cristo en ese momento.

Muchos de los eruditos hoy día colocarían el bautismo de Jesús en el año 26 d.C. Entre varias piezas de evidencia está la reconstrucción del templo de Jerusalén, que todavía estaba en progreso durante el ministerio de Jesús. Basado en la información de Josefo (historiador judío del primer siglo), Herodes el Grande comenzó su reconstrucción en el año 21-20 a.C. Según Juan 2:13-20, la primera pascua en el ministerio de Jesús fue 46 años más tarde, que sería la primavera del año 27 d.C. Esto colocaría el bautismo de Jesús hacia el final del año 26 d.C. para permitir tiempo para los eventos que ocurrieron entre Su bautismo y esa primera Pascua.

¡El año 26 d.C. es precisamente la fecha a la cual llegamos cuando comenzamos con la orden de 457 a.C.! Esta es más que una coincidencia interesante. ¡Es una predicción y cumplimiento absolutamente sorprendente! No deja lugar a duda de que Jesús de Nazaret es el Mesías prometido de Dios. No deja lugar a dudas de que el evangelio de Jesucristo es la única religión auténtica en todo el mundo. No deja lugar a dudas que Jesús logró lo que Gabriel dijo que se lograría dentro de 490 años. Es decir:

Para acabar con las prevaricaciones y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, y para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24).

La Última Semana de Daniel

La última semana de Daniel (siete días/años) se señala en la profecía para que haya una atención especial. La última semana comienza con la llegada del Mesías. Es de conocimiento común que el ministerio de Jesús duró tres años y medio. Esta es la mitad de la semana profética. La profecía de Daniel no especifica cuándo se quitaría la vida al Mesías. Sencillamente dice que “después” de las siete más 62 semanas. Ahora podemos ver que se le quitó la vida exactamente a la mitad de la semana cuando Él murió en la cruz.

Con esto en mente, note la otra cosa que Daniel dice que tomaría lugar “a la mitad de la semana”: “hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (9:27). La muerte de Jesús en la cruz puso fin al sistema de sacrificios de la ley:

Diciendo más arriba: Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni en ellos te complaciste (las cuales cosas se ofrecen según la ley)… quita lo primero, para establecer lo segundo. En la cual voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre… porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados… porque después de haber dicho:
Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor…
añade:
Y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades
Pues donde hay perdón de estas cosas, ya no hay ofrenda por el pecado (Hebreos 10:8-10, 14-18).

El hecho es que aquellos antiguos sacrificios y ofrendas todavía existían físicamente cuando se escribió el libro a los Hebreos; pero con relación a Dios, no tenían ningún significado en comparación con el sacrificio de Jesús.

Dios no sólo dijo esto por medio de su escritor inspirado; Él lo confirmó con acción. “Más Jesús… entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mateo 27:50-51). El templo ya no era la casa de Dios. Los sacrificios del templo ya no tenían valor. El velo de tela se rasgó en dos porque Jesús llegó a ser el velo real —el Mediador entre el verdadero Lugar Santo y el verdadero Lugar Santísimo: “Así que, hermanos, teniendo entera libertad para entrar en el Lugar Santo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él abrió para nosotros a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos 10:19-20). Por Su muerte, resurrección, y ascensión, Jesús hizo “cesar el sacrificio y la ofrenda”. Lo único que quedaba era que físicamente se destruyera el templo pocos años después como prueba final de que el sistema antiguo de sacrificios ya no era válido. Había sido reemplazado por el sacrificio de Su amado Hijo.

El Pacto Confirmado

Antes de mencionar la mitad de la semana, Gabriel dijo que el Mesías “hará que concierte un pacto (confirmará el pacto) (hará un pacto) con muchos por una semana”. Esta declaración trae a la mente la predicción de Jeremías de un nuevo pacto (Jeremías 31:31-34). Que Jesús trajo un nuevo pacto, no hay duda. En la última cena Él declaró: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mateo 26:28).

Así que, parece fácil pensar en la confirmación del pacto por Jesús por la primera mitad de la semana, es decir, durante Su ministerio de tres años y medio. Pero, ¿qué hay de la segunda mitad —los tres años y medio después de Su ascensión? No debe haber dificultad en entender que Jesús siguió confirmando Su nuevo pacto por medio de la obra de los apóstoles después de Su ascensión. Pero, ¿por qué hacer referencia a solamente tres años y medio después de Su ascensión? ¿Qué evento concluye los tres años y medio y así las setenta semanas?

El evento no puede ser la destrucción de Jerusalén porque esto no sucedió hasta el año 70 d.C. Es poco probable que el evento sea la conversión del primer gentil, Cornelio, registrada en Hechos 10. Aunque no sabemos el año exacto, el libro de los Hechos coloca la conversión de Cornelio después de la conversión de Saulo de Tarso (Hechos 9). Los eruditos colocan la conversión de Saulo cerca del año 35 d.C., cinco años después de la muerte de Jesús en el año 30 d.C. Puesto que las conversiones de Cornelio y Saulo son muy tarde para cuadrar con la profecía, tenemos que buscar algún evento o condición significativa antes de Hechos 9.

La profecía había predicho, y Jesús había mandado, que el evangelio fuera predicado en Jerusalén (Joel 2:28-32; Lucas 24:46-49). La iglesia comenzó con tres mil almas y rápidamente creció con cinco mil hombres, todos judíos, en Jerusalén. Quién sabe cuánto tiempo los cristianos habrían quedado en Jerusalén si no hubiera sido por la gran persecución que vino después de que mataron a Esteban. Como resultado de esa persecución, todos los creyentes “fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria” (Hechos 8:1).

No sabemos la fecha exacta de la muerte de Esteban y la dispersión resultante. Sin embargo, tiene que haber sido alrededor del año 33-34 d.C., para permitir tiempo para la persecución de la iglesia por Saulo antes de su conversión cerca del año 35 d.C.

Según estos datos, esta dispersión de Jerusalén aparentemente tomó lugar justamente al final de las 70 semanas (490 años). Una gran parte de la profecía de las 70 semanas tiene que ver específicamente con Jerusalén. Aparentemente los tres años y medio son precisamente el tiempo que Dios había apartado para que el nuevo pacto fuera confirmado exclusivamente en Jerusalén y exclusivamente entre los judíos. Este fue el gran momento de Jerusalén. Muchos fueron convertidos antes de que los judíos, dirigidos por Saulo de Tarso, trataran de exterminar el nuevo mensaje.

En vez de exterminar el nuevo mensaje del evangelio, lo que hicieron fue causar que se expandiera más allá de Jerusalén. El primer lugar que se menciona donde se recibió la palabra fue Samaria. Los judíos odiaban a los samaritanos quienes eran una mezcla de razas. El apóstol Juan había querido mandar que descendiera fuego del cielo para consumir una aldea samaritana. Ahora, este mismo Juan impuso las manos sobre los samaritanos para que pudieran recibir el Espíritu Santo.

Se terminó el día de predicar el evangelio exclusivamente en Jerusalén y exclusivamente para los judíos puros y los prosélitos. Las 70 semanas habían terminado. El evangelismo mundial había comenzado. Jerusalén había tenido su oportunidad de oro. Muchos tomaron la oportunidad, y otros solamente sellaron la perdición de su ciudad.

La Desolación de Jerusalén

Esta perdición es el tema de una gran parte de la profecía de las 70 semanas. Esta perdición vendría “después” de las 69 (7+62) semanas. El lenguaje de la profecía requiere que el hecho de quitar el pecado suceda durante las 70 semanas. Requiere que el Mesías venga durante las 70 semanas. Requiere la confirmación del pacto durante la última semana. Sin embargo, no requiere que Jerusalén y el templo sean destruidos dentro de este tiempo. La profecía declara, “después”. En ninguna manera se especifica cuánto tiempo después.

Sin embargo, no podemos dejar de notar que la perdición de Jerusalén fue, de hecho, sellada durante las 70 semanas. El rasgar el velo fue la prueba de que Dios había terminado con el templo. Además, los judíos proclamaron su propia perdición en el juicio de Jesús. “Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mateo 27:25).

Durante Su última semana, Jesús lamentó:

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa os es dejada desierta (Mateo 23:37-38).

“Vuestra casa”. Ya no es “la casa de mi Padre”. “Vuestra casa… desierta” nos coloca exactamente en Daniel 9 con “abominación… desolador”. El rechazo de Jesús por los judíos durante la semana 70 aseguró que la desolación vendría; que no podría detenerse.

Mientras Jesús miraba a Jerusalén desde el monte de los Olivos,

Lloró sobre ella, diciendo… Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán… y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación (Lucas 19:41-44).

“No conociste el tiempo”. ¡Rechazaron el tiempo de Dios! ¡Crucificaron a su Mesías! El destino de Jerusalén fue sellado en la semana número setenta.

¿Por Qué la Demora?

Cuando Jesús murió, los sacrificios del templo ya no tenían valor ante los ojos de Dios. Sin embargo, Dios les concedió al templo y a Jerusalén cuarenta años de gracia. Fue Jerusalén que crucificó a Jesús. Fue en las afueras de Jerusalén dónde Jesús resucitó de entre los muertos, y fue en Jerusalén dónde los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo. El evangelio tenía que comenzar en Jerusalén. El área del templo era un lugar importante de reunión para predicar el evangelio.

Así después de ser investidos de poder de lo alto, los apóstoles predicaron las buenas nuevas a los judíos que se habían reunido para la fiesta anual de Pentecostés. Estos judíos habían venido de todas partes del Imperio Romano (Hechos 2:8-11). “Porque de Sión saldrá la ley”, escribió Isaías, “y de Jerusalén la palabra de Jehová” (Isaías 2:3). La iglesia del Señor necesitaba tiempo para establecerse. Los cristianos judíos necesitaban tiempo para entender la abolición de la ley.

Por causa del evangelio, Dios mostró gracia hacia Jerusalén por cuarenta años. Por causa de los judíos que abrirían sus corazones al Mesías, Dios le mostró gracia a Jerusalén por cuarenta años. Durante estos cuarenta años, Dios permitió que los sacrificios del templo continuaran, aunque ya no tenían ningún significado para Él. Sin embargo, el tiempo rápidamente se acercaba cuando Dios terminaría definitivamente esos sacrificios. No sólo serían una cosa del pasado en la mente de Dios, serían también una cosa pasada en la realidad histórica. Después de cuarenta años de gracia, Dios envió a los romanos para exterminar el sistema mosaico de sacrificios de la faz de la tierra. Dios envió a los romanos para poner fin definitivo a Jerusalén como Su lugar de morada.

Jesús Cumplió el Programa de Dios a Tiempo

El punto culminante de la profecía de Daniel es la semana número setenta. En la semana setenta el Mesías viene, Él trae salvación, y Él hace un pacto eterno con sus seguidores. Es el punto culminante de la historia de la humanidad. Es el momento en que Dios alcanza a la humanidad en un acto increíble de amor. ¡Las setenta semanas terminan en triunfo! La gran obra de redención se cumple. En la ciudad de Jerusalén miles de judíos creyentes nacen de nuevo para inaugurar el eterno reino de Dios.

El Mesías había venido justamente en el tiempo programado. Jesús de Nazaret entró en Su ministerio mesiánico al comienzo de la semana setenta, precisamente según el programa de Dios. Se le quitó la vida a la mitad de la semana, anulando el sistema mosaico de sacrificios, precisamente según el programa de Dios. La muerte de Jesús en la cruz trajo reconciliación y justicia precisamente según el programa de Dios. El tiempo para confirmar el pacto exclusivamente con los judíos en Jerusalén fue cumplido al final de la semana setenta, precisamente según el programa de Dios. Al mismo tiempo que los cristianos judíos salieron de Jerusalén para comenzar a predicar en todo el mundo, las setenta semanas para los judíos y Jerusalén terminaron. El evangelismo a nivel mundial había comenzado. ¡Sólo Dios podía hacer y predecir tal programa! ¡Sólo a través del Hijo de Dios podían cumplirse las predicciones!

Textos bíblicos de la Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2018 por HarperCollins Christian Publishing. Citada con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.

Traducido por David L. Elliott et al.