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el reino: una realidad en las epístolas

Por David Vaughn Elliott

La palabra “reino” se encuentre aproximadamente 125 veces en los cuatro evangelios pero solamente 33 veces en el resto del nuevo testamento. Por otro lado, la palabra “iglesia” se encuentra solamente 3 veces en los evangelios en contraste con 105 veces en el resto del Nuevo Testamento.

Esto puede aparentar ser un cambio drástico en el tema de los Evangelios comparado con el resto del Nuevo Testamento. Pero un estudio cuidadoso demuestra que el tema no ha cambiado. Antes bien, hay un cambio en terminología. La iglesia de Jesús es el reino de Dios. Esta es, de hecho, una afirmación atrevida, pero hay considerable evidencia de la veracidad de ella en el Nuevo Testamento.  

El Evangelio y la Iglesia

Una manera para investigar la relación entre el reino y la iglesia es considerar lo que el Nuevo Testamento enseña acerca del “evangelio.”

¿Qué es el evangelio? Las Buenas Nuevas. ¿Cuáles buenas nuevas? Más que cualquier otro texto, 1 Corintios se acerca a dar una definición formal. “Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué... lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó” (15:1-4). La base histórica para el evangelio, sobre lo cual todo lo demás descansa, es la muerte, la sepultura, y la resurrección de Jesús.

Pocas semanas después de su resurrección, Jesús le mandó a sus discípulos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo” (Marcos 16:15-16). Su trabajo era predicar el evangelio a “toda criatura” –tanto a judíos como a gentiles– y en el proceso, bautizar a los que creen el evangelio. La importancia del libro de los Hechos es que registra la historia de los discípulos obedeciendo el mandato de Jesús.

Pablo habla del “ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio” y también menciona, “la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre” (Hechos 20:24, 28). Puesto que la muerte de Jesús es la base para el evangelio, y puesto que la muerte de Jesús compró la iglesia, la iglesia es así parte del evangelio. Por eso, mientras Pablo viajaba por el Imperio Romano predicando el evangelio, juntaba a discípulos bautizados para formar iglesias. Excluir o minimizar la iglesia en la predicación del evangelio es predicar un evangelio diferente al que Pablo predicó. La iglesia está ligada al evangelio.

“El Evangelio del Reino”

Durante el ministerio terrenal de Jesús, Él iba “proclamando el evangelio del reino” (Mateo 4:23; 9:35). Marcos añade que Jesús dijo, “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (1:15). La venida del reino era el tiempo para que la gente creyera en el evangelio. De hecho, el evangelio es “el evangelio del reino.” “Reino” y “evangelio” son inseparables de la misma manera que la iglesia y el evangelio son inseparables.

“El evangelio del reino” no era solamente un mensaje predicado durante el ministerio terrenal de Jesús. Al predecir la destrucción de Jerusalén, que tomaría lugar 40 años después en el año 70 d.C., Jesús dijo, “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin [del templo en Jerusalén]” (Mateo 24:14). Dicho de otra manera, el mandato de Jesús en Marcos 16 (“predicad el evangelio a toda criatura”) sería cumplido antes de que los Romanos destruyeran a Jerusalén. Esto hace claro que “el evangelio” que Jesús los mandó a predicar en todo el mundo era “el evangelio del reino.”

Un Evangelio

Hay un evangelio que está ligado inseparablemente al reino de Dios. Hay un evangelio que está ligado inseparablemente a la iglesia del Señor Jesús. ¿Podrían ser dos evangelios diferentes? ¡De ninguna manera! Hay un solo evangelio –uno que es verdad. Todos los otros “evangelios” son pervertidos y condenados.

“Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente; que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:6-8). Cristo tiene un solo evangelio. Por tanto, ¡el evangelio conectado con el reino y el evangelio conectado con la iglesia es el mismo! El evangelio que Jesús predicó al principio de su ministerio es el mismo evangelio que Él mandó a predicar después de su ascensión.

Cualquier “evangelio del reino” hoy que no sea el mismo evangelio que se encuentra en el libro de los Hechos y en las epístolas es declarado por el Espíritu Santo “un evangelio diferente,” una perversión del evangelio de Cristo. Considera lo que Pablo dijo a la iglesia en Roma: “No me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego” (Romanos 1:16). Hay un solo evangelio para el judío y el gentil. Cualquier “buenas nuevas” para los judíos que sea diferente de las “buenas nuevas” para los gentiles son “buenas nuevas” pervertidas y diferentes. Hay un solo evangelio para todas las naciones.

A los hermanos en Éfeso, Pablo explicó “que los gentiles son coherederos [con los judíos] y miembros del mismo cuerpo [la iglesia], participando igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio” (Efesios 3:6). Pablo en otro lugar clarificó: “la iglesia, la cual es su cuerpo” (Efesios 1:22-23) y que hay “un solo cuerpo” (Efesios 4:4). Hay una iglesia y un evangelio. Es correcto decir, por tanto, que el evangelio del reino –el único evangelio que existe– coloca tanto a judíos como a gentiles en la única y exclusiva iglesia de nuestro Señor.

El Poder del Evangelio en el Reino

En Marcos 9:1, Jesús profetizó que el reino de Dios vendría con poder durante la vida de los que escuchaban. Ese poder llegó a ser una realidad en varias maneras, como se presentó en el artículo "El Reino Llega en Hechos." Al examinar ese poder en las epístolas, la mente es atraída otra vez a Romanos 1:16: “no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación.” El evangelio es poder de Dios. No el poder del hombre. El poder de Dios.

A los apóstoles se les dijo que el reino vendría con poder durante sus vidas. ¡Vino con poder! El poder de salvar a los hombres de sus pecados. El poder de hacer que las vidas dejaran la maldad. No era el poder de la espada. No era el poder de un gobierno mundano teocrático. Era/es el poder de un mensaje de amor que toca los corazones de los hombres y los cambia de adentro hacia afuera.

Puesto que hay un solo evangelio, es correcto decir las palabras de Pablo en esta manera, “el evangelio del reino es poder de Dios para salvación.” El reino se trata de la salvación de los pecados. ¡Hay poder en el mensaje hoy día! No es un mensaje muerto. No es el poder de Jesús forzar a la gente a obedecerle. Es el poder de Jesús de atraer a los pecadores a él mismo –un poder que salva a las almas eternamente.

La Esperanza del Evangelio

Pablo habló a los Colosenses de “la esperanza reservada para vosotros en los cielos, de la cual oísteis antes en la palabra de verdad, el evangelio” (Colosenses 1:5). El evangelio del reino nos habla de nuestra esperanza en los cielos. Repito: “en los cielos.” En adición, Efesios 4:4 clarifica que hay solamente “una misma esperanza.” Así, la única esperanza del evangelio del reino (el único evangelio que existe) es lo que está “reservada para vosotros en los cielos.” Pablo le dijo a Timoteo que Cristo ha quitado “la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio” (2 Timoteo 1:10). El evangelio del reino ha revelado la inmortalidad.

El Espíritu Santo ha dicho que hay “una misma esperanza.” No hay dos esperanzas –“una misma esperanza.” Pablo habló a Tito de “la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos” (Tito 1:2). Nuestra esperanza no es algo que dura por un siglo o un milenio. Nuestra esperanza en Cristo es por toda la eternidad. Esa es la esperanza del cristiano. La esperanza del evangelio del reino es vida eterna, y nada menos.

Presente y Futuro

Parte de la confusión con relación al asunto del reino de Dios es que el reino tiene dos fases. Los textos que acabamos de citar hablan de la esperanza futura del evangelio. Otros textos hablan del reino en el futuro. Por ejemplo, Pablo escribió, “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50). Obviamente, esto está hablando del reino como algo en el futuro, después de la resurrección.

Pablo también escribió (2 Timoteo 4:18): “El Señor... me traerá a salvo a su reino celestial.” Además, 2 Pedro 1:11 dice: “pues de esta manera os será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”

Tales textos claramente hablan del reino como algo futuro. Noten sin embargo, que el reino futuro al cual se hace referencia en cada caso es tanto celestial como eterno (ni terrenal ni de un milenio). Estos textos están de acuerdo con la profecía de Daniel, “El Dios del cielo levantará un reino que jamás será destruido... y él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

¿Qué se puede decir entonces, de los textos citados anteriormente, (y otros que siguen), que nos hacen entender que el reino está presente aquí ahora? Si tomamos todo lo que las Escrituras dicen sobre el tema, y no solamente versículos seleccionados, tenemos que llegar a la conclusión que ¡el reino está aquí en un sentido y es futuro en otro sentido! Es parecido a la naturaleza de Jesús. En esta tierra, Él era tanto humano como divino. Algunos lo hacen solamente humano y otros lo hacen solamente divino, cada uno usa textos de prueba. Estas personas pierden la verdad. Jesús era tanto humano como divino.

Así es con el reino. Si tomamos solamente algunos textos, podemos decir que el reino no ha llegado todavía, que está en el futuro. Si seleccionamos otros textos, podemos ignorar o negar que el reino de Dios esté en el futuro. Pero si usamos todas las Escrituras que hablan del tema, tenemos que concluir que el reino está aquí en un sentido y futuro en otro sentido. Se puede pensar como dos fases del mismo reino. Llámelo “dos fases” o lo que sea, no se puede negar ningunas de las dos verdades.

Estamos en el Reino Ahora

Una de las declaraciones más directas de la realidad presente del reino de Dios es la declaración de Pablo a los Colosenses: “dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en luz. Porque Él nos libró [tiempo pasado] del dominio de las tinieblas y nos trasladó [tiempo pasado] al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados” (Colosenses 1:12-14). Nos ha trasladado al reino. Hecho cumplido.

Noten que el reino tiene que ver con la batalla entre las tinieblas y la luz, la batalla entre Satanás y Jesús. Tiene que ver con redención, sangre, y perdón de pecados. Un mensaje totalmente espiritual. Todo esto está relacionado con los santos que están en el reino ahora. Cristo ya nos ha librado del reino de las tinieblas de Satanás y nos ha trasladado al reino de luz. ¡Alabado sea su santo nombre!

No Es un Reino Materialista

¿Recuerdan cuando Jesús alimentó a los cinco mil? La multitud quería hacerle rey. Jesús se negó y los reprendió por su materialismo: “Me buscáis... porque habéis comido de los panes y os habéis saciado” (Juan 6:26). Pablo trató con el mismo materialismo en Roma por la actitud de algunos al comer carne aun cuando hacían tropezar a su hermano: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Así al corregirlos, Pablo explica la naturaleza del reino de Dios aquí ahora –no es llenar la barriga, sino tratar de vivir en paz con los hermanos. El reino de Dios no es una paz forzada; es una paz del corazón.

¿Recuerden lo que Jesús le dijo a Pilato? “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían” (Juan 18:36). Pablo trató con el mismo asunto cuando explicó: “No luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:3-5). El reino de Jesús no tiene nada que ver con la lucha física. El reino de Jesús no hace cautivo a los hombres. ¡Hace cautivos las especulaciones, los razonamientos y los pensamientos!

Los reinos del mundo avanzan por la fuerza de las armas. El Reino de Dios avanza por la fuerza de los argumentos con razones. Sí, lea el texto de nuevo: “destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo.... y poniendo todo pensamiento en cautiverio.” La gente dice, “Hay dos cosas que no discuto: la política y la religión.” Sea lo que sea el caso con la política, los soldados cristianos están envueltos en combatir las falsas ideas, están envueltos en llevar la gente a pensar como Dios piensa, están envueltos en retar a la gente a someter su manera de pensar a Cristo.

“Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas... ceñida vuestra cintura con la verdad... tomad también el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios” (Efesios 6:11-17). “¡Firmes y adelante, huestes de la fe!” Estamos en una guerra de palabras. Nuestra única arma es “la palabra de Dios.” Es una guerra espiritual para el progreso de un reino espiritual –una batalla para los corazones y mentes de hombres, mujeres, y jóvenes.

Jesús Sentado a la Diestra de Dios

La muerte de Jesús es céntrica al mensaje del evangelio. Así también lo es Su resurrección. Pero no termina allí. ¡También la ascensión al cielo para sentarse a la diestra del Padre es céntrica! Hebreos 8:4 declara directamente: “Si Él [Jesús] estuviera sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote.” Y si no es sacerdote, no es salvador (vea Hebreos 7:23-28). Y si no es salvador, no hay salvación, no hay evangelio, no hay buenas nuevas.

Las escrituras frecuentemente hacen hincapié en la posición de Jesús en el cielo después de su ascensión. Marcos 16:19 registra que Jesús “fue recibido en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.” Diez días más tarde Pedro proclamó en Jerusalén: “A este Jesús resucitó Dios... Así que, exaltado a la diestra de Dios” (Hechos 2:32-33).

Las epístolas también hacen hincapié en este hecho. Pablo le dijo a los Efesios (1:20): “el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra.” Le dijo a los Colosenses (3:1): “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.” El Espíritu Santo le dijo a los hebreos (1:3): “Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.” Esta gran verdad había sido predicha mil años antes:
“Dice el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
El Señor extenderá desde Sion tu poderoso cetro, diciendo:
Domina en medio de tus enemigos” (Salmo 110:1-2).

Durante el ministerio terrenal de Jesús, el citó el primer versículo de esta profecía para mostrar que el Mesías no es solamente el hijo de David, sino el Señor de David. (Mateo 22:41-46). Pedro citó el mismo versículo en el día de Pentecostés, al llegar al punto culminante de su sermón: “Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.’ Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:34-36). Se usa el hecho de que Jesús está sentado a la diestra de Dios como prueba de que ahora es Señor.

Jesús es Señor Ahora

“Señor” es el que “domina.” ¡Y esto es lo que dice el versículo 2 de Salmo 110, “Domina en medio de tus enemigos!” ¿Está Jesús dominando ahora? El apóstol inspirado dice, “Sí.” “Jesucristo, quien está a la diestra de Dios, habiendo subido al cielo después de que le habían sido sometidos ángeles, autoridades y potestades” (1 Pedro 3:21-22). Ángeles, autoridades y potestades ahora están sujetos a Jesús. Jesús  dijo lo mismo antes de su ascensión: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).

Pablo amplía las implicaciones de la verdad de que Jesús está sentado a la diestra de Dios: “el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio” (Efesios 1:20-21). Se está reservando el libro de Apocalipsis para otro estudio, pero es irresistible en este momento citar 17:14: “El Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes.” Jesús ahora está sentado a la diestra de Dios sobre todos los señores.

El Salmo 110:1-2 demuestra que Jesús tiene enemigos que no ha vencido todavía. “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies... Domina en medio de tus enemigos.” “Hasta.” Así, mientras que Jesús está sentado a la diestra de Dios, todavía tiene enemigos que no ha conquistado. Luego 1 Corintios 15:25 dice: “Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.” Tanto el Salmo 110 como 1 Corintios 15 hablan de Jesús vencer a sus enemigos. Hasta que los venza por completo, dice el primer texto, Él está sentado a la diestra de Dios y está dominando. El segundo texto dice que reina. ¿Conclusión? Sentarse a la diestra de Dios es el equivalente a dominar y reinar. ¡Jesús ha estado dominando y reinando desde su ascensión!

El Salmo 110 utiliza la palabra “dominar.” 1 Corintios especifica que su manera de “dominar” es “reinar.” Un presidente no reina. Un primer ministro no reina. Un rey reina. Un rey no reina a menos que tenga un reino sobre el cual puede reinar. En el idioma griego, las palabras, “reinar,” “rey,” y “reino” todos vienen del mismo raíz: “basil…” Así, puesto que Jesús está reinando, por definición tiene un reino – ¡ahora! 

La Nación Santa de Dios Ahora

¿Tiene Dios una nación favorita ahora? ¿Es los Estados Unidos de América? ¿Es Israel? O, ¿no hay ninguna nación especial para Él hoy día? El Espíritu tiene la respuesta para nosotros.

Al dirigirse a los cristianos en lo que hoy es parte de Turquía, Pedro escribió: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios” (1 Pedro 2:9). ¡Tremendo! ¡Los cristianos somos especiales! ¡Todos los cristianos somos pueblo de Dios! ¡Los cristianos componemos una nación santa! En versículo 11, Pedro los llama “extranjeros y peregrinos.” ¿Por qué? Porque los cristianos no son primeramente americanos, cubanos, alemanes, o árabes. Los cristianos somos extranjeros y peregrinos en estas naciones. Los cristianos primeramente pertenecemos a la nación santa de Dios.

¿Qué clase de nación es la nación de Dios? ¿Es una democracia? ¿Es un estado libre asociado? ¿Es una república? Ninguno de estos. ¡La nación de Dios es un reino! La iglesia de Cristo no es una democracia, y mucho menos un club o asociación. La iglesia es un reino –el reino de Dios, el reino de los cielos. Somos ahora pueblo de Dios, nación de Dios, reino de Dios. El reino está presente aquí ahora. Si estamos en Cristo, estamos en su reino.

Scripture taken from La Biblia de las Américas ® (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation. Used by permission. www.LBLA.com

Traducido por David L. Elliott et al.