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El reino llega en hechos

Por David Vaughn Elliott

EL HADES no podía detener los planes de Jesús. Él había prometido: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Ni los judíos ni los romanos ni el Hades podían parar los planes de Jesús. Las puertas del Hades se abrirían con ímpetu para dejar salir a Jesús. ¡Jesús prevalecería y edificaría su iglesia!

Inmediatamente después de esta promesa para edificar Su iglesia, Jesús le dijo a Pedro: “Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos.” El reino es “de los cielos.” Pero Pedro ataría en la tierra, o sea durante su vida. Esto está en completa armonía con otra promesa que Jesús hizo a Sus seguidores: “Hay algunos de los que están aquí, que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios” (Lucas 9:27).

La Iglesia y el Reino

Al considerar todo lo que dice el Nuevo Testamento del reino de los cielos y la iglesia de Jesús, uno encuentra que es muy difícil diferenciar entre ambos –lo que se afirma del reino se afirma también de la iglesia.

Muy temprano en Su ministerio, “Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15). Jesús, al afirmar que el reino estaba muy cerca, vinculó cuatro elementos vitales: 1) el evangelio, 2) el reino, 3) el arrepentimiento y 4) la fe. Y la iglesia de Jesucristo, ¿no está ocupada precisamente con el mismo evangelio, arrepentimiento y fe? Por supuesto.

El evangelio, por supuesto, es las Buenas Nuevas de salvación basada en la muerte, sepultura, y resurrección de Jesús (1 Corintios 15:1-4). Por tanto, el evangelio del reino no podía ser transformado de profecía a realidad hasta después de la muerte y la resurrección de Jesús. En Mateo 16, Jesús dijo lo mismo acerca de la iglesia. El Hades no lo detendría en la edificación de su iglesia. En otras palabras, Él de hecho moriría, iría al Hades, saldría victorioso, y luego edificaría Su iglesia. Así se predice que tanto la iglesia como el reino comenzaría después de la muerte y resurrección de Jesús.

Todo el mundo sabe que ningún reino físico de Dios fue establecido en el primer (o segundo) siglo. Por otro lado, muchos reconocen que en el primer siglo, ¡un reino espiritual de Dios fue establecido! También, todo el mundo sabe que una iglesia fue establecida. No se puede escapar la realidad de que la iglesia de Jesucristo es el reino de los cielos el cual Jesús prometió que llegaría pronto.

Un Libro Único: el Libro de los Hechos

El libro de los Hechos es un libro único. Hacerle caso omiso es perder un eslabón vital en el trato de Dios con la raza humana. El libro de los Hechos es el único libro dedicado a la historia de los apóstoles de Jesús después de la ascensión. Después de estudiar los evangelios, un estudiante de la Palabra debe ir al libro de los Hechos, esperando, con confianza, encontrar el cumplimiento histórico de las profecías de Jesús acerca del reino y la iglesia. Era tiempo para su llegada.

La Importancia de Pentecostés

Personas religiosas muchas veces hablan con nostalgia de un regreso a Pentecostés. Normalmente están haciendo referencia a hablar en lenguas o a la conversión de grandes multitudes. Me atrevo a decir que ninguna de estas preocupaciones tienen mucha importancia al evaluar lo que sucedió en aquel Pentecostés Judío en particular.

Era el año 30 d.C., menos de dos meses después de la muerte y resurrección de Jesús. Pero antes de que Jesús saliera para ir al cielo, Él dio a sus apóstoles un mandamiento muy importante: “que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran” (Hechos 1:4).

Recuerde que Jesús había prometido “las llaves del reino” a Pedro. No es por casualidad, por tanto, que Pedro fuera el portavoz el día de Pentecostés. Las llaves abren puertas. Pedro fue escogido por Dios para iniciar el reino de los cielos, para informar a la gente de cómo podía entrar. ¿Como es que Pedro abrió las puertas? Él fue la persona que contestó el clamor angustiado de los israelitas, “Hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). “Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

La mayoría de las personas reconocen que este fue el comienzo de la iglesia del Señor. Pero lo que debemos reconocer también es que la declaración de Pedro es una variación y explicación divina de lo que Jesús le dijo a Nicodemo: “el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Note el paralelismo entre “nace de agua y del Espíritu” por un lado y “arrepentíos… sed bautizados… recibiréis… el Espíritu Santo” por otro lado. Entrar al reino y entrar a la iglesia son la misma cosa.

Se ha señalado Marcos 1:14-15, donde Jesús entrelaza cuatro elementos vitales: 1) el evangelio, 2) el reino, 3) el arrepentimiento y 4) la fe. En el día de Pentecostés, Pedro claramente predicó el evangelio basado en la muerte y resurrección de Jesús. En todo el mensaje, claramente invita a los Judíos a tener fe en Jesús. Luego en Hechos 2:38 les manda a arrepentirse. El evangelio, la fe y el arrepentimiento son las tres cosas que Jesús conectó con el reino. Ciertamente el reino hacía su entrada en el momento que Pedro habló.

El Poder del Reino: El Espíritu Santo

En Marcos 9:1, Jesús profetizó que el reino de Dios vendría con poder durante la vida de los presentes. Después de su resurrección, le dijo a los apóstoles: “Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto” (Lucas 24:49). Antes de que Jesús ascendiera, Él clarificó más el asunto: “pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros” (Hechos 1:8). Eso sucedió exactamente diez días después, en el día de Pentecostés. Así es que el poder del reino se proveyó por el Espíritu Santo.

La noche que Jesús fue entregado, Jesús había explicado a los apóstoles: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad” (Juan 16:12-13). Estas palabras son extremadamente importantes para entender la relación entre los cuatro Evangelios y el Libro de los Hechos. Las Biblias con letras rojas hacen un grave error. Jesús dijo que no reveló toda la verdad durante su ministerio terrenal. Él dijo que toda la verdad sería revelada cuando el Espíritu Santo viniera a los Apóstoles.

Así que, los Evangelios no se pueden apreciar ni entender a menos que estén conectados al libro de los Hechos. Es en el libro de los Hechos que el poder del Espíritu Santo viene sobre los Apóstoles. Es en el libro de los Hechos que el reino de Dios viene con este poder del Espíritu Santo. Es en el día de Pentecostés después de la ascensión de Jesús que el significado verdadero de la cruz y la tumba vacía se manifiesta al mundo.

Hablar en lenguas, como tal, no era la cosa importante. Antes bien, las lenguas eran una prueba de la cosa importante –que Pedro no predicaba sus propias ideas, sino que fue inspirado infaliblemente por el Espíritu Santo para interpretar las profecías del Antiguo Testamento, para explicar el significado de la cruz y la tumba vacía y para ofrecer a los Judíos el medio divino para entrar en ¡el reino de Dios!

El Poder del Reino: los Milagros

El reino también llegó con el poder de los milagros. Pedro y Juan eran instrumentos de Dios para sanar a un hombre que tenía 40 años y era cojo de nacimiento. Se sanó inmediatamente y salió saltando. Cuando una multitud se juntó, Pedro y Juan usaron la oportunidad para predicar salvación del pecado por medio del mismo Jesús que la multitud había matado.

Este milagro fue una demostración de un poder que ningún ser humano tiene. Pedro le dijo a la multitud: “¿Por qué nos miráis así, como si por nuestro propio poder o piedad le hubiéramos hecho andar?” (Hechos 3:12). Pedro y Juan fueron arrestados. El próximo día, cuando el concilio se juntó, querían saber, “Con qué poder, o en qué nombre, habéis hecho esto?” (Hechos 4:7). Luego cuando deliberaron sobre esto entre sí, admitieron, “el hecho de que un milagro notable ha sido realizado por medio de ellos es evidente a todos los que viven en Jerusalén, y no podemos negarlo” (Hechos 4:16). El reino había llegado con el poder de los milagros.

Poco tiempo después, Lucas registra que “con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y abundante gracia había sobre todos ellos” (Hechos 4:33). No poco poder. Gran poder. Esto quizás hace referencia a la continuación de las señales y maravillas hechas por ellos en conexión con su predicación. De igual manera puede referirse a la manera en que el Espíritu Santo habló por medio de ellos. Luego, la misma clase de declaración se hace con relación a Esteban, “Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hechos 6:8).

Mientras tanto, en Samaria, Simón el mago era considerado “el Gran Poder de Dios.” (Hechos 8:10). Pero cuando vio el verdadero poder de Dios, Simón se convirtió a Cristo. Pedro y Juan luego vinieron a Samaria e impusieron las manos sobre los hermanos para impartirles los dones del Espíritu Santo. Simón no sólo se maravilló, él pensaba que había algo en el asunto para él personalmente. Ofreció dinero para comprar este poder diciendo, “Dadme también a mí esta autoridad, de manera que todo aquel sobre quien ponga mis manos reciba el Espíritu Santo” (Hechos 8:19). Había poder, pero no se vendía. “Entonces Pedro le dijo: Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero” (Hechos 8:20). Verdaderamente, el reino había llegado con poder milagroso.

El Rey en Su Trono

En Pentecostés, Pedro habló largamente sobre la resurrección y la ascensión. En ese contexto, hizo referencia a la profecía de que el Mesías se sentaría en el trono de David. Inspirado por el Espíritu Santo, Pedro dijo que esta profecía ¡ya se había cumplido! ¿Cómo? Note cuidadosamente lo que Pedro dice con relación a David y Jesús. “David... siendo profeta, y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes en su trono, miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo… Así que, exaltado a la diestra de Dios” (Hechos 2:29-33; itálicas añadidas).

David, viéndolo antes que el Mesías se sentaría en su trono, habló de la resurrección. Desde su ascensión, Jesús ha estado sentado a la diestra de Dios. Él está en Su trono. Según la manera que Pedro lo expresa, el trono en el cielo es el cumplimiento de Jesús sentándose en el trono de David.

El punto culminante del mensaje de Pedro se registra en el versículo 36: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.” Hecho cumplido. Los Judíos lo habían crucificado; pero Dios lo había hecho Señor y Cristo. “Señor” es Gobernador, Soberano. “Cristo” es Mesías, el Ungido, Profeta, Rey y Sacerdote. Pedro estaba declarando que Jesús de Nazaret ¡es Rey ahora! Es exaltado. Está a la diestra del Padre. Está en el trono de David.

¡Jesús reina! Y nadie reina si no tiene un reino sobre el cual reinar. Así, el reino vino en aquel día de Pentecostés. Se había llamado “el reino de los cielos.” El rey reinaba desde el cielo. Como se había prometido, Él había enviado el Espíritu Santo para que el reino llegara con poder.

Años más tarde en Tesalónica, los judíos acusaron a los cristianos de decir “que hay otro rey, Jesús.” (Hechos 17:7). Hay otro rey. Tiempo presente. La acusación era cierta. Esto es exactamente lo que los cristianos predicaban desde Pentecostés: “que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). Jesús es el Cristo –Mesías– Rey. El reino de los cielos está aquí ahora.

La Piedra Reprobada Que Desmenuza la Oposición

Pedro y Juan fueron arrestados y traídos ante la “Corte Suprema” de los Judíos. Pedro dijo que el Mesías resucitado había sanado al cojo. Luego declaró, “Este Jesús es la piedra desechada por vosotros los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular” (Hechos 4:11). Los líderes de los Judíos habían rechazado a Jesús, la piedra, pero eso no había detenido los planes de Dios para con los judíos y para con el Mesías.

Note la diferencia entre la manera que Jesús y Pedro usan el Salmo 118:22. Jesús preguntó si nunca habían leído la Escritura y la citó. Pedro por otro lado, parafraseando, dice, ““Este Jesús es la piedra desechada por vosotros los constructores, pero que ha venido a ser la piedra angular” (itálicas añadidas). Pedro así afirma que la profecía había sido cumplida.

Jesús había citado esta profecía acerca de la piedra cuando explicó la parábola de la viña: “Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos’? Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos. Y el que caiga sobre esta piedra será hecho pedazos; pero sobre quien ella caiga, lo esparcirá como polvo” (Mateo 21:42-44).

Primeramente noten: “el reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos.” Eso es prácticamente un bosquejo del libro de los Hechos. Una y otra vez, Pablo es rechazado por los judíos y vuelve a los Gentiles. “He aquí, nos volvemos a los gentiles” (Hechos 13:46). Este es un cumplimiento claro de la profecía de Jesús.

Noten en segundo lugar: “será hecho pedazos.” Esto nos recuerda la profecía de Daniel con relación a una piedra: “una piedra fue cortada sin ayuda de manos, y golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro, y los desmenuzó... el Dios del cielo levantará un reino que jamás será destruido... desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos reinos” (Daniel 2:34, 44). (Para más detalles sobre la profecía de Daniel, vea el artículo “Daniel Predice el Reino Indestructible.”)

Este proceso de romper ya comenzó en el primer siglo (a pesar de que no se cumplió hasta mucho tiempo después). En Tesalónica, grandes números de griegos se convertían. Los judíos incrédulos incitaron a la población y la multitud clamó: “Esos que han trastornado al mundo han venido acá también” (Hechos 17:6). Los seguidores del humilde Carpintero estaban trastornando al mundo entero. Luego, en Éfeso, tantas personas se convertían y dejaban la idolatría que los negocios de hacer ídolos iban a la quiebra. Vea el capítulo 19 de los Hechos. La Piedra conquistaba.

La Edad de la Iglesia Predicha por Amós

Probablemente la conmoción más grande con relación a los asuntos doctrinales en la iglesia del primer siglo era la cuestión de la salvación de los gentiles. Dios tuvo que obrar varios milagros para convencer a los apóstoles que la casa de Cornelio podía ser salva por el mismo evangelio que salvó a los judíos. Sin embargo, hubo un elemento en la iglesia, especialmente entre los fariseos convertidos, quienes creían que los gentiles tenían que llegar a ser judíos antes de llegar a ser cristianos. Por esto, la consulta en Jerusalén se registra en Hechos capítulo 15.

En aquella ocasión memorable, Pedro le dijo a los hermanos: “Y Dios... ninguna distinción hizo entre nosotros [los judíos] y ellos [los gentiles]... somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son” (Hechos 15:8-11).

Pronto, Jacobo, tomó la palabra, y citó una profecía de Amós. Al introducir la cita, dijo: “Simón [Pedro] ha relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de entre los gentiles un pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito” (Hechos 15:14-15; itálicas añadidas). Procede a citar Amós 9:11-12, que en parte dice, “Para que el resto de los hombres busque al señor, y todos los gentiles.” Así, la edad del evangelio, la edad de la Iglesia, y la salvación de los gentiles son un cumplimiento directo de las profecías del Antiguo Testamento.

Antes de la porción ya citada, Amós había dicho (como es citado por Jacobo) “Después de esto volveré, y reedificare el tabernáculo de David que ha caído” (Hechos 15:16). Todo esto en el contexto de aceptar a los gentiles en la iglesia. Ahora, el único otro texto en la Biblia que usa la expresión “tabernáculo (tienda) de David” es Isaías 16:5: “Se establecerá en la misericordia un trono, y en él se sentará con fidelidad, en la tienda de David.” 

¡Qué extraordinario! Habla proféticamente de alguien sentado en el trono en el tabernáculo (tienda) de David. Pero, ni el tabernáculo literal de David, ni el templo literal de Salomón tenían un trono. El tabernáculo-templo era una cosa, el palacio era otra cosa. El altar era una cosa, el trono era otra cosa. El sacerdote era una cosa, el rey era otra cosa. ¡Pero esta profecía combina las dos cosas! ¿Qué otro cumplimiento podría tener si no es el de nuestro Profeta, Rey, y Sacerdote Jesús? Y Jacobo indica que ya se estaba cumpliendo. El tabernáculo de David, el trono, el Sacerdote, el Rey, el Salvador no solamente de los judíos sino también de los Gentiles era una realidad presente. Verdaderamente el reino de los cielos había llegado.

Ellos Predicaron el Reino

El resumen de la predicación de Felipe en Samaria es así: “anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Cristo Jesús” (Hechos 8:12). El resumen de los tres meses de predicación de Pablo en Éfeso es así: “discutiendo y persuadiéndoles acerca del reino de Dios” (Hechos 19:8). Los dos años de predicación en Roma se resume así: “predicando el reino de Dios, y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo” (Hechos 28:31).

Estos tres registros –el de Felipe en Samaria y Pablo en Éfeso y en Roma– son notables. Aquí tenemos tres situaciones en que se resume días o aun años de predicación en dos elementos: el reino y Cristo. Sin embargo, en todo el libro de los Hechos, no hay registro alguno de Felipe o Pablo mencionando algo de un reinado terrenal futuro judío de mil años desde Jerusalén. Por tanto, tal concepto del milenio no puede ser lo que Lucas tenía en mente cuando registró que Felipe y Pablo predicaron el reino de Dios.

Sí, hay una cita en el libro de los Hechos donde Pablo habla claramente del reino en un sentido futuro. En 14:22, les dijo a los hermanos, “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” Aún así, el reino es una promesa para cristianos fieles –ciertamente no para los judíos que eran la causa de sus tribulaciones (vea 14:19-23).

El reino en el sentido presente se puede ver al examinar los detalles de lo que Pablo enseñaba y predicaba. Se da un ejemplo detallado en Hechos 13:
–que Jesús era descendiente de David y era el Salvador, según las promesas (vss. 22-23);
–que hay buenas nuevas, es decir, que Dios levantó a Jesús de los muertos para cumplir la promesa hecha a los padres (vss. 30-37);
–que la fe en Jesús puede hacer lo que la ley de Moisés no podía hacer, es decir, quitar los pecados (vss. 38,39);
–que, puesto que los judíos rechazaron la vida eterna por medio de Jesús, el mensaje fue enviado a los gentiles para cumplir la profecía de Isaías (vss. 46-47).

Pablo predicó el reino declarando que Jesús es el Hijo de David –esto envuelve a Jesús como rey. Pablo predicó el evangelio proclamando que las promesas a Israel se cumplían –incluían el reino del Rey. Definitivamente, en el primer siglo, un evangelio espiritual y un reino espiritual aparecieron en el escenario mundial –exactamente dentro del límite de tiempo profetizado por Daniel y por Jesús. El reino de los cielos es una realidad presente.

Scripture taken from La Biblia de las Américas ® (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation. Used by permission. www.LBLA.com

Traducido por David L. Elliott et al.