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El Tiempo De Los Judíos Se Ha Acabado

Por David Vaughn Elliott


Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. – Mateo 24:21

¡La imaginación se despierta! ¿De qué tiempo habla la Palabra de Dios? ¿Es presente o futuro? La única manera de averiguarlo es estudiar el contexto. El contexto inmediato es Mateo 24. Sin embargo, es de mucha importancia notar que, en este contexto, Jesús llama la atención a una profecía de Daniel. Un estudio profundo de Daniel 9 prepara al estudiante para un entendimiento mejor de esta “gran tribulación”.

Los contextos, tanto de Daniel 9 como de Mateo 24, tratan con los hijos de Israel, los judíos. Algunas personas tienen unos sentimientos especiales a favor de este pueblo único, los judíos. Otras personas tienen sentimientos especiales en contra de ellos. Algunas personas creen que los judíos son el pueblo escogido de Dios. Otras personas quieren exterminarlos de la faz de la tierra.

¿Por qué están en el mundo los judíos? ¿Quiénes son? ¿De dónde vinieron? ¿Son los judíos la nación especial de Dios?

Ninguna Razón para Jactarse

Sin lugar a duda, la nación judía es la nación dominante, no sólo en Daniel 9, sino también en el Antiguo Testamento completo. Era el enfoque del trato de Dios con los hombres por dos mil años —desde el tiempo que Dios prometió a Abraham que una nación especial se levantaría de sus descendientes hasta los tiempos del Nuevo Testamento. Pero, ¿por qué se dio tanta atención a los judíos? ¿Fue porque Dios sencillamente quería bendecir especialmente a sólo una nación de todas las naciones de la tierra? ¿O tuvo Dios otro propósito en mente?

Al examinarla cuidadosamente, no podemos encontrar nada superior acerca de la nación judía en sí misma. La única razón que Israel sobresale en la Biblia y en la historia es porque la atención del Dios Todopoderoso se enfocó en ellos por dos mil años. De hecho, los judíos nunca hubieran existido sin la intervención especial de Dios. Considere los siguientes hechos:

Hecho número uno: para dar inicio a los hijos de Israel, Dios le prometió un hijo a una mujer estéril que ya había pasado la menopausia. Ella se rio a sus espaldas. A pesar de su reacción inicial, Sara tuvo relaciones con Abraham, y dio a luz un hijo. Fue sólo por el poder de Dios. Lea acerca de esto en Génesis 18 y 21.

Hecho número dos: los hijos de Israel salieron de la esclavitud en Egipto para llegar a ser una nación principal en el medio oriente. Esto sucedió, no obstante, solamente por medio de innumerables intervenciones de Dios. Desde las diez plagas en Egipto hasta la caída de Jericó y más allá, el poder de Dios fue la fuerza que los movía en todo tiempo.

A la medida que la nación judía creció y prosperó, no era en ninguna manera superior en sí misma. La grandeza de los judíos fue el resultado directo de la intervención continua de Dios. Con relación a su nivel de moralidad y espiritualidad, no habría suficiente tiempo para hacer una lista de todos los pecados de los Israelitas desde el día que salieron de Egipto hasta que Dios los envió en cautiverio. Desde el principio es claro que Dios no los bendijo por ser buenos: “Por tanto, has de saber que no es por tus méritos por lo que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú” (Deuteronomio 9:6). Siglos después, en los primeros capítulos de la epístola a los Romanos, Pablo disertaba sobre la condición espiritual de todo el mundo. Después de bastante discusión, formuló esta pregunta: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros [los judíos] mejores que ellos [los gentiles]? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9). Seamos judíos o gentiles, todos somos pecadores; todos necesitamos la misericordia y la gracia de Dios.

Estas verdades no son para sugerir que no ha habido personas buenas entre los judíos. Considere tales gigantes de la fe como Daniel, Ezequías, Ester, Natán, María, Pedro, y Pablo. Sin embargo, la nación judía en su conjunto llegó a ser especial y se quedó así solamente porque el Dios Todopoderoso la hizo especial. Una de las razones por la que Daniel 9 es tan importante es que predijo tanto el último propósito como el fin de esa relación especial.

Escogidos con el Mundo en Mente

Los judíos muchas veces eran miopes. El futurismo hoy día tiene la misma miopía a favor de los judíos. Piensa que la bendición de Dios hacia los judíos es un fin en sí mismo. Hace una distinción entre el plan de Dios para con los judíos y el plan de Dios para con la iglesia y todo el mundo. ¿Será esto lo que las Escrituras enseñan? ¿O trabajó Dios con los judíos, desde el principio hasta el final, porque Él tenía un plan mucho más grande en mente?

La realidad es que desde el principio el Dios Todopoderoso escogió a Israel pensando en todo el mundo. Cuando Dios por primera vez llamó a Abraham, le prometió, “haré de ti una nación grande”. Pero añadió rápidamente, “serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3). Más tarde, por mandato de Dios, Abraham estuvo dispuesto a hacer algo increíble sacrificando a su único hijo. Por causa de tal fe, Dios intervino y confirmó Su promesa: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Génesis 22:18).

¿Pero cómo serían benditas todas las naciones por la simiente de Abraham? ¿Sería por la nación que descendería de Abraham, Isaac, y Jacob (Israel)? O, ¿sería por medio del Mesías que sería descendiente de ellos? ¿Fue el plan de Dios enfocar en una sola nación para su propio beneficio? O, ¿decidió Dios enfocar en una nación —por un tiempo— con el propósito de usar esa nación para traer al mundo el Mesías y así bendecir a todas las naciones? Numerosas Escrituras nos dan las respuestas a estas preguntas vitales. Una de las más importantes es la profecía de Daniel de las setenta semanas (Daniel 9:24-27).

Dios Estableció un Límite de Tiempo

La profecía de las setenta semanas es una predicción de ciertos eventos que tomarían lugar en la nación de Israel. Esta profecía extraordinaria aún se atreve a predecir ¡cuándo! El versículo 24 fija un límite de tiempo en cuanto al trabajo de Dios por medio de los judíos y Jerusalén, mientras que el versículo 25 fija el tiempo para la llegada del Mesías:

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad… Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas.

Siete más sesenta y dos son sesenta y nueve semanas. Es aproximadamente un año y cuatro meses. Pero, ¿sesenta y nueve semanas desde cuándo y hasta cuándo? Según el texto, las sesenta y nueve semanas comienzan con la orden para restaurar y edificar a Jerusalén. Terminan con la llegada del Mesías.

Daniel recibió esta profecía en el primer año de Darío, 538 a.C. Dos años después (536 a.C.), un monarca persa dio la primera orden para “restaurar y edificar a Jerusalén”. Como resultado, los judíos comenzaron a regresar del cautiverio en Babilonia a Jerusalén. El proceso de reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén fue muy largo, unos cien años. En total, cuatro órdenes fueron pronunciadas con relación a la reconstrucción y restauración de Jerusalén y del templo. La orden final de un rey de Persia de restaurar y construir a Jerusalén se emitió en el año 444 a.C. El contar las sesenta y nueve (y las setenta) semanas tiene que comenzar en algún momento durante este período de casi cien años.

Hay los que quisieran hacernos creer que ellos interpretan toda profecía literalmente. Esto sencillamente no es cierto. ¡Nadie lo hace! Creyentes en Cristo, independientemente de su punto de vista con relación a la profecía, están de acuerdo en esto: no se puede tomar las sesenta y nueve (y setenta) semanas literalmente ¿Por qué? Porque el Mesías no vino sesenta y nueve semanas literales (dieciséis meses) después de ninguna de las cuatro órdenes de restaurar a Jerusalén. Nadie puede encontrar un cumplimiento de la profecía dentro de ese período de tiempo —ningún Mesías, nada. La verdad es que la Palabra de Dios, incluyendo la profecía, es similar a nuestro diario hablar. Está llena de lenguaje figurativo.

Hasta donde sea posible, tenemos que dejar que la Escritura misma nos dé las claves para las interpretaciones figurativas. Con relación a lapsos de tiempo, no hay mejor clave que la que Dios dio a Ezequiel, “computándote cada día por un año” (Ezequiel 4:6). Sesenta y nueve semanas son 483 días. Tomando la clave de día por año, 483 días llegan a ser 483 años. Si se comienza en el año 536 a.C., cuando la primera orden fue dada y se cuentan 483 años, se llega al año 53 a.C. Por otro lado, si se comienza en el año 444 a.C., cuando se dio la última orden, y se cuenta 483 años, se llega al año 39 d.C. Así, Daniel profetizó que el Mesías llegaría en algún momento entre 53 a.C. y 39 d.C. ¡El Mesías prometido ciertamente vino durante ese tiempo! Más cálculos y fechas relacionados con esta profecía son examinados en detalle en el artículo, “Jesús Cumplió el Programa de Dios a Tiempo”.

Los Judíos una Bendición

Un estudio de los años precisos que Daniel predijo es interesante y de valor. Sin embargo, de igual o más importancia es el reconocimiento de que antes de terminar el primer siglo d.C. Dios iba a trabajar en una manera muy especial con los judíos y su santa ciudad, Jerusalén —y todo en torno a la llegada y el trabajo del Mesías.

No es ningún secreto que Jesús fue judío, de la tribu de Judá, de la casa de David, un descendiente de Abraham. No es ningún secreto que la manera más importante en que los judíos han bendecido a las naciones es dándonos al Señor Jesucristo en la carne. A pesar de que los judíos muchas veces pensaron (y todavía piensan) que la esperanza mesiánica era sólo para ellos, no es ningún secreto que la esperanza mesiánica era y es la esperanza del mundo entero. ¡Jesús de Nazaret es el judío que es el Mesías —el Profeta, Sacerdote, y Rey— para todas las naciones de la tierra!

En setenta semanas (490 años), los judíos engendrarían, hablando humanamente, al Mesías exactamente como Daniel profetizó. ¿Qué lograría el Mesías? Eso es el tema del primer versículo de la profecía (9:24). Gabriel anunció a Daniel que Dios había reservado 490 años para cumplir Su trabajo más importante para la raza humana.

Gabriel le dijo a Daniel que Dios había apartado setenta semanas “sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad” (9:24). Quiere decir, que Dios tenía 490 años más para usar a los judíos. El profetizó que Dios, por medio de los judíos y Jerusalén, lograría cumplir seis metas vitales dentro del primer siglo de la era cristiana. El todopoderoso Dios, de hecho, cumplió esta maravillosa profecía. El cumplió Su palabra.

La Obra del Mesías Judío

Seis cosas se lograrían por medio de los judíos y Jerusalén (Daniel 9:24). Serían, de hecho, específicamente logradas por medio de su Mesías, el Príncipe (9:25). Entonces se quitaría la vida al Mesías (9:26).

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar con las prevaricaciones, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24).

En los primeros tres asuntos, Daniel predice la solución al problema de “prevaricaciones”, “pecado”, e “iniquidad”. Un siglo y medio antes, Isaías había profetizado lo mismo:

Más él fue herido por nuestras transgresiones… y Jehová cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros… Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado… habiendo él llevado el pecado de muchos, e intercedido por los transgresores (Isaías 53:5-6, 10, 12).

Con estas palabras, Isaías predijo el sacrificio supremo de Jesús en la cruz del Calvario. Para lograr esta gran limpieza, tenía que quitarse la vida al Mesías” (Isaías 53:8; Daniel 9:26). Estos dos grandes textos profetizan el mismo gran sacrificio de muerte.

Note que todos los seis asuntos que tenían que cumplirse eran espirituales por naturaleza. Los judíos tenían 490 años por delante. Durante ese tiempo serían utilizados por Dios para traer grandes bendiciones espirituales al mundo entero. Los primeros cuatro de los seis asuntos son doctrinas tan básicas que no hay que explicar mucho para verificar su cumplimiento.

Número Uno: “Para acabar con las prevaricaciones (transgresiones)”.
Y por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para redención de las transgresiones que había durante el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna” (Hebreos 9:15).

Número Dos: “Poner fin al pecado”.
Juan… vio a Jesús que venía hacia él, y dijo, “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:28-29).

Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea reducido a la impotencia, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado (Romanos 6:6-7).

En la consumación de los siglos, [Jesús] ha sido manifestado una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado (Hebreos 9:26).

Número Tres: “Expiar la iniquidad”.
Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad (Tito 2:13-14).

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad (1 Juan 1:9).

Número Cuatro: “Traer la justicia perdurable”.
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas [incluyendo a Isaías 53 y Daniel 9], la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para mostrar su justicia… para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, nuestro Señor (Romanos 3:21-22, 25; 5:21).

Estos cuatro asuntos se pueden resumir en un versículo: “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Estas Escrituras incluyen Isaías 53 y Daniel 9.

Sellar la Visión y la Profecía

Los últimos dos asuntos de los seis son más difíciles de entender. Están abiertos a varias interpretaciones, y, por lo tanto, requieren un estudio más profundo.

Número Cinco: “Sellar la visión y la profecía”.
La palabra sellar puede significar fijar un sello para autenticar o establecer aprobación oficial. (Ester 8:8 es un ejemplo en los tiempos antiguos.) Aun hoy día, ciertos documentos requieren sellos para que tengan fuerza legal. Por otro lado, “sellar” puede significar tapar y cerrar. El sello puede ser simbólico y autoritario por naturaleza como cuando la tumba de Cristo fue sellada. Por otro lado, puede ser físico por naturaleza, como usar un pegamento o una cinta adhesiva para cerrar y sellar una cosa. (Job 41:1, 15-17 describe cómo las escamas del leviatán estaban tan estrechamente selladas.)

¿Cuál es el significado en Daniel? ¿Dar aprobación o cerrar y sellar? No es una pregunta fácil. Posiblemente ambas están correctas. Recuerde que la profecía tiene que ver con el pueblo de Daniel, los judíos. Dios les otorgó 70 semanas de años, que tenían que terminar a más tardar durante el primer siglo después de Cristo. Para el primer siglo, la visión y la profecía judía tenían que ser autenticadas o cerradas. O ambas cosas. El cumplimiento clarifica que los dos eventos sucedieron.

En el primer siglo, el Profeta de profetas vino, y el Dios y Padre Todopoderoso puso Su sello de aprobación sobre “el Hijo del Hombre; porque a éste acreditó con su sello Dios el Padre” (Juan 6:27). Este sello de aprobación se expresó por el Padre desde el cielo cuando proclamó: “Tú eres mi Hijo amado; en ti he puesto mi complacencia” (Lucas 3:22).

Dios ha puesto Su sello de aprobación también en todos los profetas del Antiguo Testamento al cumplir sus profecías. Y como Jesús explicó a Sus apóstoles:

¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, se puso a explicarles en todas las Escrituras lo referente a él (Lucas 24:25-27).

Así, la visión del Antiguo Testamento y la profecía se sellaron en el sentido de recibir el mejor sello de aprobación posible: el cumplimiento.

En adición, la visión y la profecía judía se sellaron al llegar a un fin. “Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan” (Mateo 11:13). Estas palabras tienen un tono de finalidad. Juan el baptizador fue el último profeta de la nación judía. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado en el Hijo” (Hebreos 1:1-2). Juan hizo la preparación final para el Mesías, Jesús. Jesús fue el gran Profeta de “estos últimos días”, el superior y final Mensajero de Dios para la edad final, la edad de la iglesia.

Por un tiempo limitado, hubo profetas menores en la iglesia del Señor. Pero estos últimos profetas no fueron profetas del Israel físico. Fueron profetas de la iglesia del Señor, sin tomar en consideración su nacionalidad. En la iglesia del Señor, “no hay judío ni griego” (Gálatas 3:28). El Israel físico dejó de ser el portavoz del mensaje de Dios al mundo.

La visión y la profecía judía fueron selladas en ambos sentidos. Fueron selladas con la aprobación divina por medio del cumplimiento de tantas profecías. Al mismo tiempo, fueron selladas y cerradas en el sentido de llegar a un fin. Esto no significa que todas las profecías del Antiguo Testamento se cumplieron en el tiempo de Cristo. Más bien, ninguna profecía nueva sería proclamada por la nación judía después de que Cristo ascendiera.

Ungir al Santo de los Santos

Número Seis: “Ungir al Santo de los santos”.
¿Cuál cosa santa o qué persona santa? Ni aún los traductores están de acuerdo en cómo traducir la expresión al español. Se pueden encontrar tales traducciones como, “Santo de los santos”, “el lugar santísimo”, y “el Santísimo”.

Ungir era muy común en los tiempos del Antiguo Testamento en una variedad de situaciones que envolvían tanto cosas y personas sagradas como cosas y personas comunes. La palabra “santísimo” por otro lado naturalmente tenía un uso restringido. ¿Cuántas cosas o personas pueden considerarse santísimas? “Santísimo” es una traducción común en los casos en que el texto hebreo usa la palabra “santo” dos veces corridas. Esto ocurre unos cuarenta y cinco veces en el Antiguo Testamento, con algunas variaciones gramaticales. Un estudio de estos cuarenta y cinco casos revela que la expresión siempre se utiliza para describir el tabernáculo (templo) o cosas directamente relacionadas con él. Se utiliza especialmente con relación a las ofrendas y los sacrificios, incluyendo ofrenda por el pecado y expiación. De vez en cuando, las cosas santísimas fueron ungidas. Todas las partes del tabernáculo eran ungidas como también los sacerdotes que ministraban allí.

La profecía de las setenta semanas predice la reconstrucción del templo, pero también predice la destrucción total del mismo templo algún tiempo después de la llegada del Mesías. Algunos creen que “ungir al Santo de los santos” predice el ungir ese templo reconstruido. Dicen que fue ungido por la presencia física de Jesús. Sin embargo, esto aparenta ser contrario a la realidad. A pesar de que Jesús sí enseñó en el templo y sí lo limpió dos veces, ésas eran situaciones temporeras. Cuando Jesús dio Su vida por nosotros en el Calvario, el velo del templo fue milagrosamente rasgado de arriba abajo. Muy lejos de ungir el templo en una forma especial, muy lejos de considerar ese templo santísimo, al rasgar el velo, Dios declaró que estaba terminado con ese templo.

Otros creyentes piensan que el ungir al Santo de los santos hace referencia al Espíritu Santo cuando llenó el templo del Nuevo Testamento, es decir, la iglesia. A pesar de que se pueden hacer varios argumentos a favor de este punto de vista, otros consideran que estos argumentos son deficientes. Están más a favor del tercer punto de vista, es decir, que ungir al Santo de los santos es una referencia a Jesús.

En este caso, el “ungir al Santo de los santos”, en la misma manera de los primeros cinco asuntos en Daniel 9:24, encuentra su cumplimiento en la obra redentora de Cristo. Entre otras cosas, Jesús reemplazó las santísimas ofrendas por el pecado en el templo con el sacrificio de sí mismo. El libro de Hebreos está lleno de tal enseñanza:

Todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, para siempre se ha sentado a la diestra de Dios (Hebreos 10:11-12).

Jesús es también el velo (10:20); Jesús es también el Sumo Sacerdote (9:11); Jesús es también la “propiciación” (“propiciatorio”) (compare Hebreos 9:5 con Romanos 3:25 en el idioma griego). Jesús mismo, el Santísimo, reemplazó estas viejas cosas santísimas y las funciones del templo del antiguo pacto.

“Cristo” significa el ungido. La misma palabra en hebreo es “Mesías” (Juan 1:41). Cuando confesamos que Jesús es el Cristo, estamos confesando que Jesús es el Ungido. El apóstol Pedro explica que “ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret” (Hechos 10:38) después de Su bautismo por Juan.

La profecía de Daniel usa el término “Mesías” (“Cristo”, “El Ungido”) tanto en el 9:25 como en el versículo 26. Ningún creyente cuestionaría que Jesús es Santísimo. Al unir los dos conceptos parece natural considerar que “ungir al Santo de los santos” hace referencia a ungir a nuestro Santo Jesús, Él que también trajo el cumplimiento a los otros cinco asuntos predichos en Daniel 9:24.

El Tiempo de los Judíos se ha Acabado

Por sí solo, los judíos no son ni más ni menos importantes que cualquier otra nación. Dios nunca los escogió con la idea de que serían el único pueblo para recibir bendiciones especiales. Dios los trajo a la existencia para bendecir a todo el mundo. Esta bendición podría venir solamente por medio del Mesías prometido.

Más de cinco siglos antes de que viniera el Mesías, el ángel de Dios, Gabriel, le reveló a Daniel que los judíos, Jerusalén, y el templo tenían sus años contados. Habría solamente 490 años que quedarían para Dios completar Su propósito por medio de ellos.

Hacia el final de esos 490 años, el Mesías, de hecho, vino y se le quitó la vida para quitar el pecado del mundo. Después de que la iglesia del Mesías fue establecida firmemente y los judíos tuvieron suficiente oportunidad para arrepentirse y rendirse a Él, Dios utilizó los ejércitos romanos para destruir completamente su templo y su ciudad en al año 70 d.C. Los judíos que sobrevivieron fueron esparcidos a los cuatro vientos. Su tiempo determinado había llegado a su fin.

Ya que el Mesías ha venido para la salvación del mundo entero, “no hay judío ni griego”. Los judíos ya tienen la misma oportunidad que todo el mundo. Como pueblo especial, ya han cumplido su propósito. Dios escogió a la nación judía para bendecirnos a usted y a mí. El cumplió Su promesa. Lo cumplió a tiempo.

Textos bíblicos de la Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2018 por HarperCollins Christian Publishing. Citada con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.

Traducido por David L. Elliott et al.