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tres Grandes Tribulaciones

Por David Vaughn Elliott


No tan sólo una, ni dos, sino tres “grandes” tribulaciones se profetizan en la Biblia. Examínelas en Mateo 24, Apocalipsis 2, y Apocalipsis 7. Estos tres textos predicen tres tiempos distintos de sufrimiento.

El Nuevo Testamento enseña que desde el primer siglo hasta el fin de los tiempos, los cristianos deben esperar sufrir tribulaciones de muchas clases (ver artículo, “¿Cuál Tribulación?”). De todas las diferentes tribulaciones profetizadas en el Nuevo Testamento, tres son denominadas “grandes”. Para entender estas tribulaciones, hay que estudiar cada una en su contexto.

LA PRIMERA “GRAN” TRIBULACIÓN

La mejor conocida de las tres grandes tribulaciones es la que fue anunciada por Jesús en Mateo 24 poco antes de Su crucifixión. El futurismo empujaría todo lo de Mateo 24 a nuestro futuro. El preterismo extremista lo empujaría todo a nuestro pasado. Un tercer punto de vista dice que ninguno de los extremos satisfice las demandas del texto, sino que el capítulo tiene que ver con dos períodos separados, uno que ya pasó y otro que está en el futuro. Todos los puntos de vista que interpretan por lo menos parte de Mateo 24 como ya cumplido están de acuerdo en que el evento predicho fue la destrucción de Jerusalén y su templo por los romanos en el año 70 d.C.

Una vez que se dé cuenta de que Mateo 24, en parte o en su totalidad fue una predicción de lo ocurrido en el año 70 d.C., no es muy difícil concluir que la “gran tribulación” de este capítulo (24:21) hace referencia al mismo período. La realidad es que el contexto de Mateo 24 sencillamente no nos permite hacer caso omiso a la destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 d.C. ¿Por qué? Note el orden de los eventos:

  1. Los discípulos mostraron a Jesús el templo magnificente en Jerusalén.

  2. Jesús los estremeció diciendo, “no quedará aquí piedra sobre piedra”.

  3. Los discípulos le preguntaron a Jesús cuándo serían “estas cosas”.

  4. Jesús les contestó.

  5. Cuarenta años después (el año 70 d.C.) se cumplió literalmente la profecía de Jesús acerca de las piedras.

Cualquier interpretación aceptable de Mateo 24 tiene que comenzar con estos cinco hechos. Muchas veces se pasan por alto el primero, el segundo, y el quinto. Sin embargo, es imposible entender el tercer y cuarto puntos sin tomar en cuenta los primeros dos. Explicado en otra manera, las preguntas de los discípulos y las respuestas de Jesús se tienen que ver en el contexto de los primeros dos versículos del capítulo:

Se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Él respondió y les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada (24:1-2).

El contexto completo se relaciona con la destrucción total del templo que existía hasta entonces. Por otra parte, es más probable que malentendamos a Mateo 24 si hacemos caso omiso a los textos paralelos en Marcos y Lucas.

A menudo, los registros en los Evangelios tienen pasajes paralelos. Marcos 13 y Lucas 21 son pasajes paralelos a Mateo 24; y cada uno ofrece información adicional. Ayuda mucho examinar lo que cada Evangelio registra sobre lo siguiente:

  1. El comentario de Jesús con relación a las piedras.

  2. Las preguntas de los discípulos con relación a Su comentario.

  3. La contestación de Jesús a sus preguntas.

Jesús dijo, “no quedará aquí piedra sobre piedra”. Los discípulos entonces preguntaron, “¿cuándo sucederán estas cosas?” Según Mateo 24:3 los discípulos también preguntaron, “¿y cuál será la señal de tu venida, y del final de esta época?” Sin embargo, no hay registro de estas últimas dos preguntas en Marcos ni en Lucas. En Marcos 13:4 preguntan, “¿cuándo serán estas cosas y cuál será la señal cuando todas estas cosas estén para cumplirse?” El registro en Lucas es casi idéntico al de Marcos. Mateo es el único Evangelio que registra las preguntas acerca de la venida de Jesús y el fin del siglo. Nadie sabe en verdad cuáles eran los conceptos de los discípulos acerca de la venida de Jesús y el fin del siglo: no es de ningún beneficio especular.

Por otro lado, los tres evangelios registran la pregunta, “¿cuándo serán estas cosas?” (que no quedará aquí piedra sobre piedra). Se tiene que concluir, entonces, que el asunto principal fue la destrucción total del templo que en ese momento existía. Muchas veces se omite este hecho sencillo y básico. En este contexto, “estas cosas” sólo pueden referirse a la destrucción total del templo que en ese tiempo existía en Jerusalén —“no quedará aquí piedra sobre piedra”.

Además, en los versículos 15 y 16 de Mateo 24, Jesús específicamente hace referencia al “lugar santo” y a Judea. En el versículo 16, Él dijo a los creyentes en Judea que “huyeran”. En el versículo 20, Él sigue hablando de “vuestra huida”. El versículo 21 comienza con la palabra “porque”, que introduce la razón de huir: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás”.

Jesús decía que debían huir de la gran tribulación en Judea cuando “la abominación de la desolación” estuviera en “el lugar santo”. El pasaje en Marcos 13:14-19 es casi idéntico a Mateo 24:15-21. Sin embargo, los versículos paralelos en Lucas 21:20-24 contienen algunas diferencias importantes. En vez de las palabras “gran tribulación”, encontramos las palabras “días de venganza”, “gran calamidad en la tierra, e ira contra este pueblo”, y “Jerusalén será pisoteada”. Jesús delineó la razón por este sufrimiento venidero: “Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas”. Es un asunto de la venganza de Dios sobre Israel por rechazar y crucificar al Mesías.

La “gran tribulación (calamidad)” de Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21 fue inseparablemente conectada con la predicción de Jesús de que habría una destrucción total del templo que existía entonces en Jerusalén. El cumplimiento de estas palabras espantosas tomó lugar en el año 70 d.C., al mismo tiempo que no quedó piedra sobre piedra —literalmente.

“Cual No La Ha Habido… Ni La Habrá”

¿Qué quería decir Jesús cuando dijo: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”? Muchos creen que estas palabras no pueden estar haciendo referencia al año 70 d.C. Sin embargo, es esencial a la buena interpretación bíblica mantener estas palabras en su contexto. Hemos visto ya que el contexto es el templo que Jesús y los discípulos habían estado mirando. Estas palabras de alguna manera tienen que conectarse a la destrucción de ese templo.

Algunos ven en la expresión “no la ha habido… ni la habrá” como una expresión judía proverbial. Por ejemplo, dos reyes que en verdad siguieron a Dios en Judá fueron Ezequías y Josías. De Ezequías se dice, “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá” (2 Reyes 18:5). Apenas cinco capítulos después, el escritor sagrado habla de Josías:

No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual (2 Reyes 23:25).

¡Nadie como él, ni antes ni después, se dijo de ambos reyes! Así, “ni antes de… ni después de” en estos casos debe ser una figura retórica llamada hipérbole (una declaración exagerada para enfatizar un punto). Para un ejemplo paralelo en el español moderno: ¿cuántas veces usted ha dicho, “nunca he visto una cosa así”? En otras ocasiones, sin lugar a duda, Jesús usó la hipérbole en tales declaraciones como “la viga en su propio ojo”. Así que, no se puede eliminar la posibilidad del uso de la hipérbole en este contexto.

Otros, sin embargo, prefieren otro enfoque. Señalan que cuando queremos que a algo se le llame “la más grande”, tenemos que preguntar “¿más grande en cuál aspecto?” ¿En magnitud? ¿En duración? ¿En naturaleza? Podemos legítimamente preguntar en qué aspecto fue la destrucción de Jerusalén y el templo en el año 70 d.C. la “más grande” de todas las tribulaciones. Hay varias posibilidades.

Primeramente, hay que pensar que no se habla de una guerra mundial. Está hablando de una ciudad. La tribulación más grande para una ciudad. Haga una comparación con Hiroshima donde aproximadamente setenta y cinco mil personas fueron muertas por la bomba atómica en el año 1945. ¡Horrible! Sin embargo, en gran contraste, en el sitio de Jerusalén en el año 70 d.C. ¡un millón de personas murieron!

Segundo, fue la tribulación espiritual más grande que Jerusalén y la nación judía entera jamás hayan sufrido. La guerra del año 70 d.C. ¡una vez y para siempre destruyó lo que había sido la morada de Dios en la tierra! Trajo un fin completo al sistema mosaico de sacrificios de animales y ritos del templo. La religión judía jamás ha sido igual desde entonces.

Tercero, a través de la historia del mundo, ha habido tribulaciones causadas por invasiones de extranjeros y tribulaciones causadas por guerras civiles. Los judíos sufrieron ambas al mismo tiempo. Mientras que los romanos sitiaron a Jerusalén, los judíos tuvieron un peor sufrimiento por la guerra, destrucción, y miseria dentro de la ciudad a manos de sus propios compatriotas. Esto resultó en un tiempo de grandísima tribulación para no decir la más grande de todos los tiempos. Esto se hará más claro en las citas a continuación.

En varias maneras, nunca ha habido nada como la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Independientemente de la interpretación que uno pueda dar a la predicción de Jesús sobre “gran tribulación, cual no la ha habido… ni la habrá”, el contexto de Mateo 24 dicta que la interpretación tiene que ser relacionada con la destrucción del mismo templo que Jesús y los apóstoles estaban mirando.

Josefo lo Registra

Juan Crisóstomo, famoso predicador del cuarto siglo en Antioquía de Siria, ciertamente entendía Mateo 24 mejor que el futurismo de hoy día. El vio que el capítulo trata tanto del año 70 d.C. como de la segunda venida de Cristo. Él también reconoció que estudiar los escritos de Josefo era un paso importante hacia la plena apreciación de las profecías de Jesús. Note lo que Crisóstomo dijo del testimonio de Josefo:

No piense alguno que esto [Mateo 24:21] se dijo por hipérbole. Lea los libros del historiador Josefo, y conozca la verdad de los hechos. Ni puede decir alguno que éste, porque era fiel al cristianismo, amplificó las desgracias, para sacar verdaderos los dichos de Jesús, pues era judío y se contaba entre los más fervorosos cultivadores del judaísmo, entre los que hubo después de la venida de Cristo.

Y ¿qué es lo que Josefo refiere? Que aquellas desgracias superaron todas las tragedias; y que nunca jamás a ninguna nación una guerra causó tan enorme ruina.(1)

“¿Lea los libros del historiador Josefo?” Absolutamente. Estamos endeudados con Flavio Josefo por su relato tan detallado como testigo ocular que dramáticamente documenta el cumplimiento de las profecías de Jesús y Daniel. En el artículo “No Quedará Piedra sobre Piedra”, examinamos parte del testimonio de Josefo. Crisóstomo nos exhorta a investigar más.

En su Historia de las Guerras Judías, Josefo escribió:

“¡Oh ciudad desdichada y miserable! ¿Qué sufriste de los romanos para comparar con esto? los cuales entraron por limpiarte de tus cubiertas maldades con fuego y con llamas. No era ya templo ni lugar donde Dios habitase.(2)

Si finalmente quisiéramos comparar todas las adversidades y destrucciones que después de criado el universo han acontecido con la destrucción de los judíos, todas las otras son ciertamente inferiores y de menos tomo.(3)

Josefo creía en Dios, pero no en Jesús. Por tanto, su declaración es más notable en la medida que se asemeja a lo que nuestro Señor predijo.

Judío contra Judío

La violencia estalló entre los romanos y los judíos en la Palestina en el año 66 d.C. A la medida que las cosas se tornaron de mal en peor, Nerón envió a Vespasiano para conducir una guerra total contra la nación judía. Cuando llegó el tiempo que Vespasiano fue proclamado emperador en el año 69 d.C., él había subyugado toda Galilea y Judea menos la capital. Regresó a Roma, y dejó a su hijo Tito para conquistar a Jerusalén. Antes de que Tito y sus ejércitos llegaran, multitudes de judíos entraron a Jerusalén para celebrar la Pascua. Tito rápidamente los encerró, cercando la ciudad. Por dentro de los muros hubo tres facciones rivales guiados por Eleazar, Juan, y Simón, que no solamente se pelearon entre sí, sino que también pelearon contra cualquiera que se les opusiera. Era una situación horrorosa. Josefo registra que Juan y Simón pelearon uno contra otro y

las casas llenas de trigo, poníalas fuego, con todas las otras cosas que hallaba destinadas para el servicio… destruyendo todo cuanto estaba preparado y proveído contra el cerco de estos… y fue quemado casi todo el trigo, que pudiera haber bastado para muchos años a los cercados (Tomo II, Libro Sexto, I, 126).

El pueblo estaba dividido en partes, no menos que si fuera un cuerpo grande, siendo combatida la ciudad, parte por los… [maleantes] y traidores que entre ellos había [las tres pandillas], y parte también por los vecinos y gente que cerca moraban. Los viejos y las mujeres espantadas y atónitas con tantos males como dentro padecían, hacían solemnes votos por la victoria de los romanos, y deseaban la guerra de los de fuera, por verse libres del daño que en sus casas de sus naturales recibían (Tomo II, Libro Sexto, I, 126).

Estando, pues, estos puestos en guerra y discordias, como dijimos, por dominar al pueblo… ambas parcialidades los robaban. Simón tenía toda la parte alta de la ciudad… estaba Juan apoderado del templo… cada uno por sí peleaba, haciendo todo lo que los romanos, que los tenían cercado deseaban. Porque no mostraron tanto rigor ni usaron los romanos de tanta crueldad con ellos, cuanta ellos mismos unos contra otros ejecutaban… y los que la ganaron [a Jerusalén] hicieron algo más y de más nombre, porque juzgo haber sido destruida [la ciudad] por las sediciones y revueltas que dentro había, las cuales fueron combatidas y deshechas por los romanos (Tomo II, Libro Sexto, VII, 154).

Porque el hambre mataba y estragaba más gente que los enemigos… de esta manera quitaban lo que comían, de la boca, las mujeres a los maridos, los hijos a los padres… pues no faltaba luego quien sabía los que comían tales cosas y se las hurtaban porque si veían cerrada alguna casa, luego con este indicio pensaban que comían los que estaban dentro, y rompiendo en la misma hora las puertas, se entraban y casi les sacaban los bocados medio mascados de la boca, ahogándolos por ellos. Los viejos eran heridos si querían defender esto” (Tomo II, Libro Sexto, XI, 178-9).

Para decir de lo mucho que querría lo menos que podré, no pienso que hubo ciudad en algún tiempo en todo el mundo que sufriese, ni creo que hubo nación en el mundo tan feroz y tan bastante para toda maldad (Tomo II, Libro Sexto, XI, 180).

El Fin de Jerusalén

Los soldados romanos empezaron a capturar a los que escaparon para crucificarlos —¡Quinientos por día! El área fuera de los muros se llenó de cruces. “Habían ya tomado tanta gente, que faltaba lugar donde poner las horcas [cruces], y aún faltaban también horcas [cruces] para colgar a tantos como había” (Tomo II, Libro Sexto, XII, 182). Josefo continúa:

Estaban las casas llenas de mujeres muertas de hambre, y de niños, y las estrechuras de las calles estaban también llenas de hombres viejos [muertos] (Tomo II, Libro Sexto, XIV, 190).

Entre los de Siria fue hallado uno que sacaba dinero y oro de su cuerpo [del excremento de los vientres judíos], porque, según antes dijimos, se lo tragaban de miedo que los amotinados y resolvedores lo robasen… los árabes y sirios que había, amenazábanles que le habían de abrir los vientres (Tomo II, Libro Sexto, XV, 194-5).

“El número de todos los pobres que habían sido muertos de más de seiscientos mil… pero no pudiendo bastar a sacar los muertos pobres, habían sido los cuerpos recogidos en casas muy grandes… fueron algunos necesitados y forzados a escudriñar los albañales y se apacentaban con [comían] el estiércol antiguo de los bueyes, el estiércol cogido (Tomo II, Libro Sexto, XVI, 197).

Un hecho he de contar no oído jamás entre griegos ni bárbaros, increíble a los que lo oyeron; espantable y horrible al que lo cuenta…
Una mujer de las que vivían de la otra parte del río Jordán, llamada María por nombre, hija de Eleazar… y moríase ya de hambre… mató a su hijo y coció la mitad y ella misma se lo comió [ver Deuteronomio 28:52-57], guardando la otra mitad muy bien cubierta. Los amotinados entran en su casa, y habiendo olido aquel olor tan malo y tan dañado de la carne, amenazábanla que luego la matarían si no les mostraba lo que había aparejado por comer. Respondiendo ella que había aún guardado la mayor parte de ello, entrególes lo que le sobraba del hijo que había muerto. Ellos viendo tal cosa, les tomó un tan temeroso horror y perturbación… y eran llamados bienaventurados los que antes de padecer tal morían (Tomo II, Libro Séptimo, VIII - IX, 224-6).

Y todos los otros que hubo mayores de edad de diecisiete años, enviólos muy atados con buena guarda a Egipto a que trabajasen [Ver Deuteronomio 28:68; Lucas 21:24]. Distribuyó la mayor parte Tito por todas aquellas provincias para que fuesen muertos en los espectáculos y fiestas por las bestias fieras; los que se hallaron de menor edad de diecisiete años fueron vendidos…
Llegó el número de cautivos que fueron presos en toda esta guerra al número de noventa y siete mil; y los que murieron durando el tiempo del cerco de la ciudad, llegaron a once veces cien mil [1,100,000] hombres. Los más de éstos fueron naturales judíos, pero no todos naturales de Jerusalén, porque juntados de todas partes para los días de las fiestas o de su Pascua, fueron súbitamente cercados de guerra…
… Vence, pues, y excede en gran manera toda pestilencia, así humanamente venida, como por Dios enviada, el número grande de los que murieron públicamente… y los romanos quemaron las partes postreras de la ciudad y derribaron los muros del todo (Tomo II, Libro Séptimo, XVI - XVII, 252-4).

“Gran tribulación”. “No quedará piedra sobre piedra”. La historia ha hablado. Las palabras de Jesús son vindicadas. El cumplimiento de Daniel y las predicciones de Jesús ofrecen un fundamento sólido para la fe. La primera “gran tribulación” es un horrible hecho histórico ya cumplido.

LA SEGUNDA “GRAN” TRIBULACIÓN

La segunda “gran” tribulación se predijo en Apocalipsis 7:14. Es imposible combinar la “gran tribulación” de Mateo 24 con la “gran tribulación” de Apocalipsis 7. Incluyen circunstancias muy diferentes y los registros tienen aspectos contradictorios y no complementarios. He aquí unas porciones destacadas de Apocalipsis 7:

Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban de pie delante del trono y en la presencia del Cordero, cubiertos de ropas blancas… diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero… Entonces uno de los ancianos tomó la palabra, diciéndome: Estos que están cubiertos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que han venido procedentes de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero ((7:9-10, 13-14).

Considere las diferencias. En Mateo 24, los judíos sufren la tribulación. En contraste, en Apocalipsis 7, los gentiles (la gente de “todas naciones”) sufren la tribulación. En Mateo 24, los que no creyeron en Jesús, y por tanto, hicieron caso omiso a Su advertencia de huir de Jerusalén, sufrieron la tribulación —eran judíos incrédulos. En contraste, en Apocalipsis 7, las personas que creían completamente en Jesús y tenía sus pecados lavados en la sangre del Cordero sufrieron la tribulación —eran gentiles creyentes. En un caso, judíos incrédulos sufrieron gran tribulación como castigo de Dios, en el otro caso, cristianos creyentes de todas las naciones fueron bendecidos eternamente por Dios porque se mantuvieron fieles a Él a pesar de sufrir gran tribulación.

Apocalipsis 7 dice que “éstos son los que han venido procedentes de la gran tribulación” (7:14). En el contexto, ¿qué quiere decir esto? Comenzando con estos versículos, tenemos que buscar en los versículos anteriores hasta que encontremos la respuesta. La primera parte del capítulo 7 no presenta ninguna tribulación de ninguna clase. El sexto sello (6:12-17) ciertamente es un tiempo de tribulación. Habla de la “ira del Cordero” (6:16) sobre los reyes y los esclavos por igual. Sin embargo, no indica ni fe ni arrepentimiento para salvación.

Solamente al volver al quinto sello (6:9-11) encontramos información satisfactoria. Aquí encontramos “las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios” (6:9). Ciertamente, un tiempo de tribulación. ¿De qué se vestían en 6:11? “Y se les dieron vestiduras blancas”, exactamente como se dice en 7:13-14. En el contexto, ¿qué mejor respuesta se puede encontrar para saber de cuál gran tribulación se habla en Apocalipsis 7:14? La tribulación de los santos del quinto sello, que “habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían”.

La interpretación historicista del libro de Apocalipsis ve el cumplimiento del quinto sello en la persecución de la iglesia primitiva por el Imperio Romano. Esta persecución culminó en el intento del emperador Diocleciano para exterminar el cristianismo en los años 303-311 d.C.

En su obra clásica History of the Christian Church (Historia de la Iglesia Cristiana), Philip Schaff ofrece algunos detalles:

Todas las anteriores persecuciones de la fe se olvidan cuando los hombres ven el horror de la última y más grande [la de Diocleciano]…
… las iglesias cristianas tenían que ser destruidas; todas las copias de la Biblia tenían que ser quemadas; todos los cristianos serían quitados de oficios públicos y perderían sus derechos civiles; y como último, sin excepción, tenían que sacrificar a los dioses bajo pena de muerte…
… Se emplearon todos los dolores que se podrían infligir con hierro y acero, fuego y espada, aparatos de tortura y cruz, bestias salvajes y hombres bestiales.(4)

Aunque uno rechace esto como el cumplimiento del quinto sello, de todas formas, el quinto sello es un tiempo de persecución de los cristianos hasta la muerte. Los que recibieron las ropas blancas fueron los cristianos mártires. Después de Apocalipsis 6:11, se mencionan estas ropas blancas en 7:14 como habiendo sido recibido por “los que han venido procedentes de la gran tribulación”.

La gran tribulación de Mateo 24 tenía que ver con los judíos. Fue el castigo de Dios sobre ellos por su incredulidad y su rechazo al Mesías. La gran tribulación de Apocalipsis 7 tenía que ver con creyentes de todas las naciones. Fue el martirio de los cristianos perpetrado por incrédulos, pero a los mártires que son los verdaderos vencedores se les da ropas blancas y viven en paz para siempre con Dios. Dos grandes tribulaciones que no están relacionadas en ninguna manera.

LA TERCERA “GRAN” TRIBULACIÓN

Hay un tercer texto que habla de “gran” tribulación. Se encuentra en Apocalipsis 2:20, 22 en la carta a la iglesia de Tiatira:

Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar… la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.

Esta “gran tribulación” fue para castigar a una falsa profetisa en la iglesia del Señor en Tiatira junto con los que la seguían. Cristo advirtió que, si ella y sus seguidores no se arrepentían, los echaría en “gran tribulación”. Sería el castigo del Señor sobre cristianos específicos que pecaban. No hay forma de hacer que esto encaje con el contexto de Mateo 24 ni tampoco con Apocalipsis 7.

Hasta donde yo sepa, no hay registro del cumplimiento de esta gran tribulación. De hecho, no es directamente una profecía, sino una advertencia a lo que pasaría “si no se arrepienten”. No sabemos si hubo arrepentimiento. No sabemos si esta tribulación llegó a ser una realidad. Sin embargo, de cumplirse, Jesús, el autor verdadero de Apocalipsis, dijo que sería una “gran tribulación”.

“TENDRÉIS AFLICCIÓN (TRIBULACIÓN)”

Según el futurismo, el Rapto es la esperanza del cristiano, porque por medio del “Rapto” escapará de la “Gran Tribulación”. Sin embargo, no hay una, sino tres “grandes” tribulaciones que se profetizan en el Nuevo Testamento, y cada una envuelve circunstancias muy diferentes entre una y otra. Por otra parte, las tres hacen referencia a tiempos pasados que ya son historia. La primera tribulación trataba de judíos incrédulos del primer siglo. La segunda trataba de cristianos fieles, muy probablemente en los primeros cuatro siglos. La tercera, si es que se llevó a cabo, trataba de cristianos malvados al final del primer siglo. Como ya se ha visto en el artículo “¿Cuál Tribulación?” tribulación de una forma u otra es algo que se espera en la vida de todos los cristianos.

Según la palabra de Dios, no hay manera de limitar la tribulación a un período futuro de siete años. Según la palabra de Dios, la iglesia a través de los siglos sufrirá tribulación. En Juan 16:33, Jesús dijo a Sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción (tribulación); pero tened ánimo, yo he vencido al mundo”.

Textos bíblicos de la Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2018 por HarperCollins Christian Publishing. Citada con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.

Traducido por David L. Elliott et al.

NOTAS:

  1. Crisóstomo, Homilías Sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía LXXVI (LXXVII), Traducción por Rafael Ramírez Torres
    (Internet: disponible en varios sitios como: http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/ haga clic en: Padres; Doctores; San Juan Crisóstomo; Crisóstomo Mateo), párrs. 6 y 7.

  2. Josefo, Flavio, Las Guerras de los Judíos, Tomo II (Barcelona,
    España: Libros CLIE, 1990), Libro Sexto, I, p. 125.

  3. Josefo, Flavio, Las Guerras de los Judíos, Tomo I (Barcelona, España: Libros CLIE, 1990), Prólogo de Flavio Josefo, p. 13.

  4. Philip Schaff, Ante-Nicene Christianity, vol. 2 of History of the Christian Church, second edition (Edinburgh: T. & T. Clark, 1884), pp. 64-68 (II.24.2, 6, 8).